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Aeropuerto del futuro: Sistemas pasivos vs sistemas activos

Alejandro Martin

Alejandro Martin

AERTEC / Airport Planning & Design, Architecture

La actividad humana, nuestro comportamiento diario y rutinario, es responsable de que cada año se liberen miles de millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Emitimos gases de efecto invernadero a una velocidad nunca vista y, lo que es peor, sin ningún indicio de desaceleración. Como consecuencia de ello, durante la última década, hemos alcanzado los valores globales de temperatura media más altos desde que existen registros.

Uno de los principales compromisos debe ser identificar y variar sensiblemente las reglas que gobiernan éstos enormes monstruos tecnológicos que son los aeropuertos.

Cierto es que los desastres relacionados con el clima y los fenómenos meteorológicos extremos siempre han existido. Sin embargo, éstos se están volviendo cada vez más frecuentes e intensos. A medida que aumenta la temperatura global se producen más olas de calor, sequías, tifones o huracanes, causando una destrucción masiva en todo el mundo.

La gran mayoría de los expertos coincide en que es imprescindible reducir dichas emisiones de gases de efecto invernadero. De lo contrario las temperaturas podrían aumentar hasta tres grados centígrados de media a finales del presente siglo. Ese escenario con toda probabilidad resultará catastrófico, causando daños irreversibles sobre nuestros ecosistemas. Nuestro modo de vida, ese comportamiento rutinario, por fuerza se verá afectado. Nosotros no lo viviremos, pero nuestros nietos, los hijos de nuestros hijos, vivirán sin duda peor que nosotros.

En este contexto existen numerosos estudios que sitúan al sector de la construcción como uno de los máximos responsables de la degradación de nuestro entorno natural. Uno de ellos establece que la construcción y el uso diario de los edificios consumen cerca del 50% de los recursos naturales, el 40% de la energía que se produce y el 16% del agua de nuestro planeta. Del mismo modo esta actividad humana produce casi el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nuestra atmósfera. Más que el transporte o la industria.[1]

Si se tiene en cuenta el ciclo de vida completo de un edificio, estos porcentajes aún son más altos. Dicho análisis ACV[2] evalúa los impactos ambientales potenciales del conjunto de procesos unitarios conectados -material y energéticamente- durante la vida útil del edificio, desde que este se proyecta hasta que se demuele o reutiliza.

Estos datos evidencian la enorme responsabilidad que tiene nuestra práctica profesional (ingeniería y arquitectura) sobre la crisis medio ambiental  que vivimos en la actualidad.

Haciendo un enorme ejercicio de simplificación, históricamente la posición que se ha adoptado como toma de conciencia ante este impacto se ha manifestado en dos claras tendencias:[3]

La primera de ellas, que podríamos denominar low-tech, está basada en la forma “pasiva” de los edificios y promulga el uso de materiales ecológicos, la autoconstrucción y el carácter comunitario de los edificios, fundamentalmente residenciales y pequeños equipamientos. Lucien Kroll, Svere Fehn (el edificio pertenece a su lugar)[4] o Paolo Soleri fueron arquitectos pioneros en este modo de pensar.

La otra tendencia, liderada desde hace décadas por grandes figuras como Sir Norman Foster, Renzo Piano o Richard Rogers, es el “high-tech” – recientemente renombrado como “eco-tech”- cuyas señas de identidad son los grandes y espectaculares equipamientos de acero y vidrio – curiosamente en cualquier latitud – que basan su enfoque ecológico en el uso de la tecnología y el control de las instalaciones.

Por alguna razón esta última tendencia, mal entendida por mor de la inmediatez, es la que se asocia a una terminal de pasajeros de un aeropuerto de la actualidad. Los experimentados equipos de diseño encargados de su materialización cada vez más tratan de domesticar el entorno – en la búsqueda del confort del usuario- a través de propuestas aditivas, basadas en esta sobredosis de tecnología.

Stefan Behling diagram, 2002Adicionalmente hay que considerar que el entorno en el que se desarrollan las terminales de pasajeros, el sistema aeroportuario en su conjunto es un sistema cerrado, casi autista, cuyas reglas de planificación, crecimiento – por definición constante – y mantenimiento, rara vez obedecen a criterios “sostenibles”, provocando un enorme impacto en el resto de los sistemas y, por supuesto, en aquellas poblaciones en las que se ubican.

Uno de los principales compromisos, como integrantes de esos equipos encargados de pensar el aeropuerto del futuro, debería ser identificar y variar sensiblemente esas reglas que gobiernan éstos enormes monstruos tecnológicos. De algún modo, los profesionales de la ingeniería y arquitectura implicados en su concepción y desarrollo, debemos tomar conciencia de que, por ejemplo, un edificio que procesa pasajeros y equipajes, en absoluto debe ser considerado como una catedral moderna.[5] Que invertir la pirámide “sistemas activos / sistemas pasivos / forma” (véase la figura anexa) es posible incluso en el icono que supone una torre de control.

Un ejemplo que cumple a rajatabla con todos estos estereotipos es el aeródromo de Málaga. Su concepción no pudo ser más sostenible (recordemos el aterrizaje de Latécoère y Lemaître) pero su crecimiento y desarrollo son un fiel reflejo de como los aeropuertos contemporáneos, salvo raras excepciones, aunque paradigmas de la tecnología y el avance, suponen también un modelo de desarrollo insostenible.

 

AGP airport

[1] Gauzin-Müller, Dominique, (2002). Arquitectura ecológica Ed. Gustavo Gili. Pp. 15 

[2] El ACV, Análisis del Ciclo de Vida, atribuye a los edificios los efectos ambientales derivados del consumo de materias primas y de energías necesarias para su manufactura, las emisiones y residuos generados en el proceso de producción, así como los efectos ambientales procedentes del fin de vida. N. del A.

[3] Gauzin-Müller, Dominique, (2002). Arquitectura ecológica Ed. Gustavo Gili. Pp. 16 

[4] Montaner, Josep Maria, (1997). Después del movimiento moderno. Arquitectura de la segunda mitad del siglo XX Ed. Gustavo Gili. Pp. 92

[5] Manera coloquial de referirse a los aeropuertos contemporáneos, dando a entender su importancia por tamaño, uso masivo y espectacularidad. N. del A.

 

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