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El especialista vertical

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Rafael Márquez

AERTEC / Aerospace & Defence Systems Director

 

De forma periódica, cada pocos meses, vemos aparecer en los medios de comunicación a algún alto representante de la política industrial proclamando las bondades de disponer en el país de un campeón nacional que ejerza de cabeza tractora en el sector de la Industria Aeronáutica y de Defensa.

Vivimos en un contexto de asociación y colaboración industrial supranacional.

Como suele suceder en muchas ocasiones en todos los ámbitos de la vida, y la Industria no iba a ser menos, en este tipo de opiniones se prioriza la cantidad frente a la calidad. Se pone el foco en lo importante que es disponer de autonomía industrial frente al exterior sin entrar en mayor detalle, todo empieza a ser estratégico y empiezan a sonar los nombres de las grandes empresas del sector postulándose para liderar al nuevo campeón. Unas semanas después todo vuelve a la calma y así hasta el siguiente ciclo sin que realmente se concrete nada.

Desde luego es indudable la importancia de disponer de capacidad tecnológica para ser autosuficiente en determinados ámbitos, siempre es un buen ejemplo el citar que no hay más que una decena de países en el mundo capaces de diseñar, fabricar y mantener un avión pero en una economía cada vez más interdependiente y globalizada quizás no es tanto el momento de centrarse en las capacidades de uno mismo y protegerlas de la amenaza foránea sino de mirar hacia fuera y ver cómo complementarlas con lo bueno que viene del exterior. No cabe duda que vivimos en un contexto de asociación y colaboración industrial donde los altos costes necesarios para desarrollar grandes programas llevan a la formación de potentes consorcios supranacionales capaces de aportar financiación y de asumir riesgos impensables para aventuras en solitario.

Pensando más en el medio plazo, es decir, cualquier extensión temporal más allá de una legislatura parlamentaria, parecería más inteligente centrarse en todas aquellas tecnologías en las que las empresas nacionales de cualquier país tienen un posicionamiento internacional puntero y centrar los recursos disponibles para aumentar ese conocimiento de forma que sea viable que muchas de esas empresas se conviertan en líderes de segmentos con potente fondo tecnológico más que en gestores de grandes Programas con mucha carga administrativa y poco poso innovador.

Tampoco se trata de volver a insistir en que el verdadero aporte de valor de la cadena de suministro no está en la fabricación o el ensamblaje, sino en explicitar que el verdadero interés reside en aprovechar los recursos obtenidos de esas actividades que tienen fecha de caducidad más o menos establecida para reinvertirlos en esfuerzos orientados al desarrollo de algoritmos de fusión de sensores, en sistemas de ayuda a la decisión en tiempo real, en la sustitución de combustibles fósiles por sistemas eléctricos, en la robótica colaborativa o en cualquier otro segmento que permita enriquecer nuestras redes neuroindustriales.

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