A lo largo de la historia aeronáutica, el cumplimiento de cada hito marcó el devenir sobre su evolución. Sin embargo, ¿cómo se catalogaría el éxito de un avión que cumplió con cada misión sin existir? Incluso, en aquellos casos en los que alguien llegase a verlo, podría usarse el casi obsoleto término OVNI (objeto volador no identificado).
Ser un fantasma con la capacidad de cambiar el devenir de un conflicto bélico fue la ambición de cualquier ejército desde finales del siglo XX. Como todos sabemos, el desarrollo de gran parte de la tecnología aeronáutica ha estado tradicionalmente ligada a conflictos armados, y para esta ocasión, no fue diferente.
El F-117 Nighthawk fue un avión único en su tipo, pues su única defensa era mantenerse invisible a los radares, volando en solitario y de forma furtiva sobre territorio hostil.
Pero antes de quitarle la sabana a este fantasma, hay que entender la condición necesaria para que un aeroplano cumpla esta condición. Para ir entrando en materia, en el mundillo aeronáutico, esta tecnología se conoce como “stealth”. O como su homónimo en español, sigiloso o invisible, siendo la palabra “furtivo” la más utilizada. Pero a nivel práctico, ¿qué significaría? En esencia, que es indetectable ante un radar. Es decir, las ondas de radar no detectarían el objeto, para lo cual la base es que la superficie debe ser facetada para desviar o adsorber la onda. En otras palabras, eliminar partes del polígono sin añadir ningún nuevo vértice.
Curiosamente, la teoría para el desarrollo de este concepto de aeronave fue expuesta originalmente por un investigador soviético. Era conocido que los radares tenían problema para localizar objetos con superficies facetadas. El problema surgía de aplicar este concepto a una aeronave, donde la aerodinámica es fundamental para un vuelo estable. Además, no solamente el avión debía ser indetectable, sino también toda su carga, por lo que se diseñó una bodega interna de carga para las bombas y misiles. También las tomas de aire de los motores debieron ser cubiertas con una malla especial para reflejar las ondas y reducir la detección por infrarrojos. Al mismo tiempo, las diferentes compuertas (cabina, tren de aterrizaje y bodega de carga) debieron ser hechas con forma dentada para mantener el patrón. A todo ello se añadió el uso de con una pintura que absorbe las ondas de radar. Finalmente, el avión no llevaba radar con el objetivo de mejorar la discreción al evitar las emisiones electromagnéticas.
Precisamente uno de los problemas iniciales fue la concepción de un diseño facetado. La ciencia desveló el que podría ser un problema real sobre el proyecto porque el vuelo de una aeronave con esta geometría sería inestable. Para contrarrestarlo, una de las medidas que se puso en marcha fue reemplazar el sistema de controles de vuelo manuales por un interfaz electrónico, conocido como Fly-by-wire. Esta aportación proporciono mejor control, aumentando la maniobrabilidad, y, consecuentemente, redujo la inestabilidad al corregir ciertos parámetros de vuelo de forma automática. Todo esto se tradujo en un aumento considerable de la seguridad de la aeronave.
El Lockheed F-117 Nighthawk fue desde sus inicios un completo desconocido, incluso para el país que lo generó. Muy pocos fueron los conocedores en la USAF (fuerza aérea de los Estados Unidos) de la existencia de esta aeronave. De hecho, los pilotos elegidos para operar con este avión fueron pocos, ya que además de otras exigencias y habilidades, debían contar con una cantidad de horas de vuelo considerablemente alta. Esta aeronave surcó los cielos desde principio de los años 80, aunque hasta finales de los 90 fue un completo desconocido. Sus características más evidentes fueron un vuelo sigiloso y su color negro característico. Debido al afán por mantener en secreto su tecnología, las misiones en las que intervenía esta aeronave fueron casi siembre nocturnas. Se convirtió en un objeto invisible no solo para los radares, si no también, para el ojo humano. Un auténtico fantasma volador.
Su principal función fue adentrarse sobre las líneas enemigas sin ser detectado, con el objetivo de mermar los sistemas defensivos estratégicos del adversario. Su uso fue prioritariamente para atacar posiciones de tierra. No participó en la lucha aérea, ya que su vuelo invisible le permitía evitar cualquier altercado. De hecho, sólo se originó la perdida de una de estas aeronaves en conflicto bélico, durante la Guerra de Kosovo. A pesar de ello, nunca se dudó de su eficacia. La confianza en sus capacidades se la ganó y creció con el tiempo al salir indemne de las innumerables misiones en las que participó en diferentes conflictos y cumpliendo puntualmente con los objetivos planteados.
Aunque el éxito del proyecto fue innegable, la USAF se vio obligada a cerrarlo de forma oficial en 2008 alegando sus altos costes de mantenimiento y la necesidad de actualizar la flota con nuevos modelos, como el F-22 ó el F-35. Sin embargo, y como ocurrió en sus inicios, se cree que siguen operando en secreto, ya que existen unidades activas para operaciones de pruebas. A pesar de ser un caza de primera generación, y ser sustituido por otros de quinta y sexta generación mucho más capaces, su baja en el ejército americano ha dejado mermado el ataque aéreo estratégico. Y es importante recalcar está última palabra, estrategia. Ya que todas sus misiones tuvieron la meta de abrir camino en terreno enemigo para salvaguardar la incursión de otras unidades del ejército.
Sin embargo, hablar en pleno siglo XXI específicamente de tecnología aeronáutica furtiva sería hablar del pasado, ya que la gran mayoría de los aviones modernos incluyen herramientas para evadir su detección. Sin embargo, llegar a ser literalmente indetectable, como lo sucedido con el F-117 durante la última década del siglo XX, se cree que no será posible, debido al avance de la tecnología.
Sin embargo, el concepto de aeronave sigilosa abarca más conceptos, nuevas tecnologías y una mayor eficiencia global antidetección. De hecho, sí que se ha seguido trabajando en desarrollar aeronaves más sigilosas, con el objetivo de incrementar su operatividad estratégica. Ese es el caso del nuevo B-21 Raider, la última joya de la carona de la USAF. Ahora hay que contar con una mayor sofisticación en la detección de aeronaves, donde no solo las ondas del radar serían importantes, sino otros aspectos clave como el calor y el ruido que desprenden los motores, campo en el que se han producido avances significativos.
Como es habitual, hemos de contar con que todo esto también influirá de forma notable en el desarrollo de la aeronáutica civil. Mucha de la tecnología que se utiliza en los aviones comerciales tuvo su origen en industria bélica. De hecho, uno de los principales pilares para la industria aeronáutica para la próxima década es la reducción de la contaminación, siendo el ruido también una forma de contaminar e influir sobre el medio que nos rodea, además, de la reiterada reducción de la huella de carbono.
Nos guste o no, el desarrollo de la tecnología militar ha supuesto hasta la fecha, un avance para casi cualquier tipo de industria, incluida la aeronáutica. Se han desarrollado motores más eficientes y sigilosos, estructuras más resistentes y livianas, métodos de mantenimiento más eficaces o cadenas de suministros mejor organizadas, entre otras mejoras. Gran parte de la industria argumenta que está forma de desarrollo es un camino más rápido que el tradicional, sobre todo por el presupuesto que se destina y los tiempos que se manejan en la necesidad de obtener una respuesta a un problema tecnológico.