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Aeropuertos genéricos y espacio basura

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Alejandro Martin

AERTEC / Airport Planning & Design, Architecture

Existe una tendencia generalizada en el modo de resolver los aeropuertos contemporáneos. Dicha tendencia, demandada por la mayoría de los responsables de construir y explotar aeropuertos, impacta directamente sobre la sostenibilidad de estos y tiene, en un porcentaje muy alto de las ocasiones, mucho más que ver con el consumo de masas como concepto, que con la propia infraestructura de transporte.

Esa tendencia genera “espacio basura”. Y el “espacio basura” es insostenible.

La carencia de identidad, planificación o el exceso de tecnología son característica de muchos de los aeropuertos actuales, lo que los hace, en esencia, insostenibles.

Aeropuertos genéricos

Pocos años después de que entrara en servicio la terminal del aeropuerto de Stansted, diseñada por Norman Foster, otro gran arquitecto, el urbanista holandés Rem Koolhaas acuñó el término “espacio basura” (junk space) para definir el rumbo que estaba tomando el diseño de la arquitectura en nuestras ciudades. Es curioso como Koolhaas se preguntaba en ese momento si “¿son las ciudades contemporáneas iguales que los aeropuertos actuales?” Y es que hace casi 30 años se daba por supuesto que los aeropuertos, salvo honrosas excepciones como la de Stansted, se estaban convirtiendo en algo “genérico”. No importaba donde estén, son todos iguales. Cuando no hay identidad, lo que queda es lo genérico.

Así pues, ¿qué son los aeropuertos genéricos? ¿Qué características -habitualmente- definen los aeropuertos que solemos visitar por ocio o trabajo? En mi opinión, son el resultado de combinar estos tres conceptos:

  • Falta de identidad
  • Falta de planificación
  • Exceso de tecnología (para suplir la falta de identidad)

Por medio de este post, les propongo esbozar ligeramente estas ideas

Ausencia de identidad

Un aeropuerto carece de identidad -cualquier edificio en realidad- cuando no está sujeto al lugar que lo acoge. Esta es la razón por la que, cuando viajamos, vemos soluciones idénticas en lugares completamente distintos. Y dado que el mayor síntoma de sostenibilidad es la “localidad”, los aeropuertos que no tienen identidad son insostenibles.

Sí, eso es la sostenibilidad. Actuar de manera local, con conciencia global.

Esta falta de identidad, además, se ve agudizada por un exceso de consumismo. La única actividad que parece importante es la de hacer compras. 

Falta de planificación

El aeropuerto genérico es también fruto de la falta de planificación. Paradójico, puesto que se hace un esfuerzo ingente en redactar planes maestros que “marcan” el crecimiento de los aeropuertos. Pero redactar un plan no es suficiente ni eficiente -en toda la extensión de la palabra- si posteriormente no somos capaces de adaptar ese plan a las necesidades emergentes. Encontrar un equilibrio entre las necesidades presentes y las demandas futuras, es clave para el éxito de la planificación.

Sin embargo, lo habitual es que se construya “sin piedad” una capa sobre otra, sin respetar la preexistencia que legitima un esfuerzo anterior. Es un perpetuo proceso de ajuste, de múltiple opción, que abandona y demuele sistemáticamente lo que ya no funciona. Es un problema de falta de conciencia global y de egoísmo generacional.

Exceso de tecnología

Consecuencia de las dos anteriores y que impacta directamente en la manera de concebir la arquitectura del aeropuerto genérico. El hecho de proyectar sin tener en cuenta los rasgos singulares del sitio, su cultura y especialmente su clima, deriva en una resolución de los problemas a través de la tecnología. Se produce, podemos decir, un provincialismo de lo mecánico. Se abandona la materia gris, en la seguridad de que todo se puede resolver mediante gadgets tecnológicos. Es por ello por lo que el aeropuerto genérico siempre está climatizado. Siempre lleva aire acondicionado. De hecho, suele ser este uno de los capítulos más cuantiosos, en términos energéticos y económicos.  En muchas ocasiones se proyectan complicadas centrales de frío que alimentan numerosas y enormes climatizadoras, para imitar en el interior del edificio las condiciones climáticas que al mismo tiempo se dan en el exterior.

Junk space

Evidentemente existen ejemplos que sobrevuelan, a través de su inteligente planteamiento, por encima de este generalizado panorama. Pero, por desgracia, parece que no son muy habituales. De hecho, esta generación a la que pertenecemos es la que más ha construido de la historia. Y en una gran mayoría, lo que se ha construido es “espacio basura”. Un espacio que podemos concluir se caracteriza por:

  • Reemplazar la jerarquía por la acumulación, y la composición por la adición. Más y más; más es más. Parece estar pensado para la saturación y la congestión, para que reine la acumulación y la ambición del “mas” por encima de todo.
  • Ser interminable, no estar nunca cerrado. Históricamente la renovación y la restauración se producían después de períodos muy largos de tiempo. Ahora somos testigos y participantes de ese proceso, tal es la volatilidad de lo que construimos.
  • Dotar al consumo de un protagonismo capaz de alterar nuestros hábitos y el modo en que percibimos el mundo. Los centros comerciales, por ejemplo, consiguen diluir los límites entre las categorías tradicionales de paisaje, urbanismo o arquitectura.

En el pasado las infraestructuras eran mucho más severas, tenían una pureza casi monumental, objetivo original de la arquitectura moderna. Ahora, sin embargo, abrazan con entusiasmo al “espacio basura”. Estaciones y aeropuertos se abren como mariposas de acero, convirtiéndose en verdaderos paradigmas de este concepto. 

Siguiendo este patrón, los aeropuertos, “nunca acabados”, en lugar de reutilizar y dar uso a sus antiguas terminales, las deforman hasta hacerlas irreconocibles, las demuelen para reconstruirlas en el mismo lugar o toman más espacio sin rubor, abandonándolas.

Cajas de cartón yeso que esconden preciosos artesonados. Cintas mecánicas dispuestas sobre un suelo compuesto de retales “de suelos”. Lo que antes era recto se retuerce en artificios cada vez más complejas. Giros, vueltas, ascensos y descensos, que tratan de esquivar antiguas disposiciones, son las que incluyen el típico recorrido desde la entrada por el lado tierra hasta la puerta de embarque de un típico aeropuerto contemporáneo. Y como jamás nos cuestionamos lo absurdo de estos desvíos forzados, nos sometemos dócilmente a estos itinerarios que, en realidad, únicamente buscan un único fin: pasar junto a infinidad de mostradores de productos.

En palabras del propio Koolhaas, si no lo evitamos, el “espacio basura” acabará con nosotros porque, mientras que la mitad de la humanidad contamina para producir, la otra mitad contamina para consumir.

 

Junk space in airports

 

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