La pandemia ocasionada por la COVID-19 ha hecho que el número de pasajeros en avión haya descendido drásticamente. Aunque volar es seguro, la movilidad de las personas se ha visto condicionada desde el inicio de esta crisis sanitaria.
Mientras que en 2019 volaron más de 4.500 millones de pasajeros y se esperaba superar los 4.700 millones de pasajeros en 2020, la realidad es que el cierre de fronteras en las primeras semanas de la pandemia hizo que los aviones se quedasen en tierra y los pasajeros nos quedásemos confinados.
Los viajes internacionales han descendido un 92% respecto a 2019.
El sector de la aviación está siendo uno de los más afectados por la pandemia. La confianza del pasajero es clave para recuperar un sector del que depende una buena parte de la economía mundial.
Poco más de un año después de la caída global por el cierre de fronteras se empieza a recuperar la conectividad. No obstante, esta recuperación está siendo muy lenta, debido principalmente a las medidas de cuarentena que siguen existiendo en muchos países y la imposibilidad de planificar un viaje por los cambios constantes en las medidas contra la COVID-19.
La importancia del sector aéreo para recuperar la economía mundial es crucial. De la industria de la aviación dependen 65,5 millones de empleos además de ser determinante para el turismo, un sector que supone un 10,4% de toda la actividad económica mundial.
Para conseguir la recuperación económica es imprescindible que volvamos a volar y para ello debemos trabajar en dos direcciones:
En el corto plazo, unificar las medidas en todos los países para restaurar la libertad transfronteriza. Pensando en este objetivo, las organizaciones internacionales, IATA, OACI o Eurocontrol, proponen la realización de test a todos los pasajeros antes de volar. Esta medida permitirá a los gobiernos abrir sus fronteras sin recurrir a restricciones y cuarentenas a la vez que restaurará la confianza que los pasajeros necesitan para volver a viajar.
No obstante, la vacunación se presenta como la solución a la pandemia, siempre y cuando el número de personas vacunadas sea suficiente para crear la inmunidad de grupo.
En el contexto más específico del transporte aéreo, con el fin de recuperar la confianza del pasajero, se está trabajando tanto en los aeropuertos como en las aeronaves.
Para ello, en los aeropuertos, se están realizando procedimientos especiales, incrementando las distancias entre pasajeros y aumentando los autoprocesos y los sistemas touchless, soluciones orientadas a minimizar la posibilidad de contagio entre los pasajeros.
Además, entre los nuevos procedimientos se contempla la posibilidad de establecer el control de los pasaportes sanitarios. Aunque su formato todavía es objeto de debate, los pasaportes sanitarios supondrán una mejora para pasajeros, aeropuertos y aerolíneas. Por un lado, los pasajeros podrán ser informados de las pruebas, vacunas o medidas que necesitan antes de viajar. Además, podrán compartir los resultados de sus pruebas y vacunas de una manera segura, protegiendo su privacidad.
Para los aeropuertos, simplificará el proceso al recibir los resultados de test y vacunas en un único formato, agilizando su control y reduciendo las posibles falsificaciones.
Para las compañías aéreas, al simplificar el proceso de proporcionar información a los pasajeros de sus requisitos y verificar que los pasajeros los cumplen.
En la aeronave, las simulaciones llevadas a cabo por las compañías fabricantes Airbus, Boeing y Embraer añaden la evidencia empírica a lo que ya imaginábamos por las estadísticas, y es la baja probabilidad de contagio al viajar en avión.
Esto queda ratificado por los números publicados por la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), los cuales demuestran la escasa incidencia de transmisión del COVID a bordo de aeronaves. Desde principios de 2020 se asocia un caso por cada 27 millones de pasajeros. Incluso considerando que en los rastreos existiese un 90 % de casos no notificados, seguirá existiendo un caso cada 2,7 millones de viajeros. En ambos casos, las cifras son extremadamente tranquilizadoras. Además, la mayoría de los casos notificados ocurrieron antes de imponer el uso de mascarilla a bordo.
La causa de esta baja probabilidad de contagio se basa en un sistema de protección “por capas” en la que cada medida se suma a la siguiente buscando la protección total.
Para ello, en los aviones se considera:
- El uso de filtros de alta eficiencia (HEPA, High-Efficiency Particulate Air), que atrapan bacterias y virus con una eficacia del 99,9% y evita que el sistema de ventilación de cabina permita la circulación de microbios.
- La limitación del movimiento de pasajeros en la cabina buscando reducir la interacción entre pasajeros.
- La configuración de los asientos, que hace que el respaldo de los asientos actué como una barrera natural que evita que el aire circule entre las filas.
- La distribución el aire se realiza generalmente desde el techo hasta el suelo, reduciendo al máximo el flujo de aire hacia delante y atrás.
- El aire en una aeronave se recicla entre 20 y 30 veces por hora, un número superior incluso al reciclaje de aire que se produce en los quirófanos.
- Además, siguiendo la filosofía de “capas de protección”, el uso obligatorio de la mascarilla añade un nivel adicional y significativo de protección, por lo que, a pesar del factor de proximidad en cabina, el riesgo de contagio es menor con respecto a otros espacios interiores.
Por todo ello, sumando procedimientos especiales en los aeropuertos, pasaportes sanitarios, test en origen y las condiciones de seguridad en el interior de la aeronave solo podemos pensar en volver a volar manteniendo la máxima prioridad que existe en el mundo de la aviación que es, la seguridad.
Posts relacionados: «COVID19 y el sector aeronáutico» (marzo/2020), «El sector aeronáutico tras el coronavirus» (abril/2020).