El pasado 21 de diciembre los Ministros de Defensa de Italia y Suecia y el Secretario de Estado para la Defensa del Reino Unido firmaron un Memorándum de Entendimiento trilateral para formalizar su cooperación en el desarrollo del nuevo programa TEMPEST, enfocado al desarrollo de un futuro sistema aéreo de combate. Este programa incluye el diseño y fabricación de un caza de nueva generación que sustituya próximamente a los Eurofighter actualmente operativos en Italia y Reino Unido y al Gripen sueco.
La política de Defensa siempre ha sido un valor estratégico para las naciones y uno de sus pilares actuales es disponer de un eficaz sistema de defensa aérea avanzada tecnológicamente.
Este anuncio llega pocos meses después de que Francia, Alemania y España hayan dado un paso más en el desarrollo del programa NGWS (Next Generation Weapon System) formalizando el comienzo de la Fase 1A que inicia de facto las primeras actividades de los diferentes pilares tecnológicos que componen el sistema global.
Desde el punto de vista de la eficiencia de recursos, es posible que para muchos lectores esta duplicidad de iniciativas conformadas exclusivamente por países europeos sea difícil de comprender bajo un criterio puramente económico-industrial, pero existen factores de muy diversa índole que influyen tanto o más que la pura eficiencia a la hora de tomar una decisión que compromete gran parte de los recursos de defensa de un país, o de una agrupación de países, durante varias décadas.
Durante los últimos meses hemos vivido una época con grandes penalidades sanitarias, pero si nos remontamos algo más atrás, podemos decir que probablemente estamos ante la época más convulsa políticamente hablando desde que quedó superada la disputa entre los dos tradicionales bloques militares del siglo XX. Ahora vivimos en una Europa que ha sufrido un durísimo golpe con el tortuoso proceso del Brexit y en la que tendrá que pasar mucho tiempo hasta que se asienten las nuevas relaciones del viejo continente con el Reino Unido y se pueda analizar cuantitativamente cómo ha afectado a las partes la salida de un socio con tanto peso en la política y economía de la región.
Por su parte, Estados Unidos ha endurecido su política exterior durante el mandato del presidente saliente, lo que no ha ayudado demasiado a mantener la estabilidad a nivel global, y China está empezando a sufrir los mismos problemas por los que ya pasaron hace años los países de economía capitalista con la aplicación de restrictivas políticas de aranceles del resto del mundo hacia sus productos. Por otro lado, Rusia, Oriente Medio y Sudamérica siguen siendo zonas relativamente inestables en muchos aspectos. Estos son los tiempos agitados que nos han tocado vivir y que desde hace varias décadas no se sentían tan intensamente sobre el tablero mundial.
La política de Defensa siempre ha sido un valor estratégico que cada nación, por sí misma o integrada en organizaciones supranacionales, ha intentado utilizar para mantener o aumentar su posición de relevancia mundial. Como parte de este juego de superioridad se enmarca el anuncio primero, y el lanzamiento después, de los grandes programas de Defensa que de forma periódica tratan de evolucionar las capacidades operativas de cada país para responder adecuadamente en caso de surgimiento de un conflicto. Actualmente uno de esos grandes programas es el desarrollo de estos nuevos sistemas de combate aéreo cuyo núcleo central es el desarrollo de cazas de nueva generación, es decir, sistemas de combate que incorporen entre sus funcionalidades altas capacidades de guerra electrónica, sistemas avanzados de inteligencia artificial, tecnologías de baja observabilidad (ELOT), utilización de realidad mixta en sus sistemas de visión, integración con vehículos no tripulados o capacidad descentralizada de mando y control. La previsión es que estos nuevos aviones estén disponibles para entrar en servicio, como muy pronto, a partir del año 2040.
Durante los últimos años algunos países han ido comunicando el lanzamiento de nuevas inversiones, con diferentes grados de intensidad, enfocadas en estos programas de nueva generación, pero durante los últimos meses se han intensificado mucho más los movimientos. Tanto Estado Unidos con su programa Next Generation Air Dominance, como China trabajando en el sucesor del avión Chengdu J-20 o Rusia con su nuevo MiG-41 han confirmado su intención de dotarse de cazas con estas nuevas capacidades cuanto antes. Es cierto que cada una de estas iniciativas se encuentra actualmente en diferentes grados de madurez tecnológica, pero todas avanzan poco a poco con solidez y determinación. En este contexto Europa, con Francia a la cabeza, esta vez sí ha reaccionado a tiempo y ha visto la importancia de posicionarse rápidamente y tomar una situación de liderazgo tecnológico en el desarrollo de estos sistemas claves para la preponderancia estratégica del viejo continente durante la segunda parte del presente siglo.
Consultados sobre una posible integración de ambos programas en el futuro las respuestas obtenidas de cada parte son diametralmente opuestas, por su parte Dirk Hoke, CEO de Airbus Defense and Space, ha comentado que “Mantener dos programas en Europa podría ser una mala solución tanto para el Reino Unido como para la Unión Europea, repitiendo el error de la década de 1990 de que Europa tuviera tres desarrollos de aviones de combate en paralelo: Eurofighter, Gripen y Rafale”, por su parte desde el Reino Unido se comenta que la dualidad de programas añade un grado de presión competitiva sobre las industrias sin crear un monopolio sobre el suministro de aviones de combate.
Sólo el tiempo dirá quién tenía razón.