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Entrevista a Laurent Albaret

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AERTEC

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Laurent Albaret es secretario general del Club aéreo de Francia desde 2018 y secretario general de la Comisión de Historia, Artes y Letras del Club Aéreo de Francia. Es, además, administrador del Círculo Aerofilatélico Francés (CAF) y administrador de la Fundación Latécoère. Trabaja en colaboración con el Raid Latécoère y la Fundación que acompaña el acontecimiento, es historiador de referencia sobre Pierre-Georges Latécoère y la historia de las Líneas Aéreas Latécoère (1918-1928).

“La Fundación Latécoère tiene por objetivo preservar el espíritu de «la Línea» y del transporte aéreo postal promoviendo acciones que mantienen el recuerdo y la obra de Pierre-Georges Latécoère.”

Latécoere industries

 

Para usted, como historiador, ¿qué importancia ha revestido la creación de una línea aeropostal en el contexto de principios del siglo XX?

Al término de la Primera Guerra Mundial, la creación de una línea aeropostal en Francia era un siguiente paso natural. Hay que recordar que en 1918, Francia era la primera potencia aeronáutica del mundo. Dispone de casi 10.000 aparatos y de muchos miles de pilotos. Los progresos de la aviación son tales durante en conflicto mundial que es lógico que, una vez depuestas las armas, se piense en un uso pacífico y civil de la magnífica herramienta tecnológica en que se había convertido el avión. Desmilitarizado, el avión queda a disposición del transporte de mercancías y de pasajeros. Por entonces, la mercancía que requiere recortar los tiempos de envío es, principalmente, el correo: por lo general, comercial, por su relación con las empresas. La importancia económica es, por tanto, considerable. Es, por tanto, lógico que Pierre-Georges Latécoère pusiera sus miras en la administración de correos cuando se planteó hacer rentable la creación de una línea aérea. Antes que en el transporte de pasajeros, piensa en el correo y en una línea «aeropostal», una primera – que hoy parece evidente – pero que entonces es la primera en la historia de la aviación comercial, a su vez también en ciernes.

 

Laurent Albaret
Laurent Albaret

Pierre-Georges Latécoère era un avanzado de su época. Además de gran emprendedor industrial, era un gran visionario. ¿Qué le debe la historia de la aviación?

Desde la llegada de las tropas estadounidenses a Francia en 1917, se esperaba el fin inminente de la guerra. Pierre-Georges Latécoère lo sabía gracias a sus amigos y los numerosos políticos con los que se codeaba en París. Pensó en un uso civil de la aviación, como complemento del automóvil y el tren en el territorio nacional, pero como gran ventaja en las conexiones entre Estados, y más aún entre continentes. Para él, había llegado el momento de hacer de la aviación un medio de transporte. En esto se puede decir que iba un paso por delante. Sus ideas, además, se vieron respaldadas por la comisión interministerial de la Aeronáutica civil y su decisión – de agosto de 1917 – de estudiar la creación de un servicio postal aéreo regular, principalmente para el transporte del correo de las tropas estadounidenses.

 

¿La fabricación de aviones era para él una vocación o una oportunidad que había que aprovechar?

En 1914, movilizado para posteriormente quedar exento del servicio militar, Pierre-Georges Latécoère, joven director de empresa, resulta más útil a la Union Sacré para la producción de material de guerra. El primer conflicto mundial viene, por tanto, a desarrollar la actividad económica de las empresas Latécoère, como fabricantes de cocinas rodantes, ambulancias, carros para las cajas de artillería e incluso obuses de gran calibre. En agosto de 1917, Pierre-Georges Latécoère adquiere nuevos terrenos en Montaudran, en las afueras cerca de Toulouse, destinados a la construcción de un complejo industrial moderno con capacidad para responder a los contratos estatales más importantes. El joven industrial acaba de suscribir un pedido de 11.000 vagones para viajeros y mercancías con la Compagnie des chemins de fer du Midi, un compromiso al que debe hacer frente durante diez años a partir del final de la guerra. El campo ferroviario parece imponerse de nuevo en el camino de Pierre-Georges Latécoère. Pero sus relaciones sociales lo llevan a encontrarse con Louis Loucheur, nuevo ministro de Armamento, quien manifiesta su interés por un arma nueva, la aviación. En efecto, el gobierno deseaba deslocalizar la producción de aviones de guerra – hasta el momento, en la región parisina, muy cerca del frente – y las fábricas de aviones tenían dificultades para responder a los pedidos del ejército. El Estado contempla, por tanto, la subcontratación de la fabricación bajo licencia, una opción muy atractiva para los empresarios de las provincias. El 22 de septiembre de 1917, Pierre-Georges Latécoère obtiene del Servicio de Fabricación de la Aviación, organismo dependiente del ministerio de Armamento y Fabricación de Material de Guerra, el encargo en firme – ratificado por el contrato de licitación pública n.° 14 con fecha 29 de octubre de 1917 aprobado el 2 de diciembre de 1917 – de mil aviones de reconocimiento Salmson 2A2 con el compromiso de entregar el primer aparato en mayo de 1918. Las condiciones del contrato n.º 14 eran muy precisas y restrictivas, pero el Estado adquiría cada aparato por 25.000 francos, lo que al final representaba un contrato de 25 millones ¡una cantidad total muy jugosa!

Pierre-Georges Latécoère amplió sus terrenos en Montaudran para incorporar una pista de aterrizaje, encargó la construcción de hangares de montaje gigantescos cerca de las vías de tren de la línea Toulouse-Sète – ¡tres instalaciones que acaban ocupando más de una hectárea! – y añadió hangares de aviación desmontables tipo Bessonneau. Organizó la contratación de personal cualificado como Émile Dewoitine, enviado del Servicio de fabricación de la aeronáutica, o Marcel Moine, joven ingeniero de Artes y Oficios. En seis meses, el complejo industrial de Montaudran vio la luz, erigido sobre una superficie de cerca de 45 hectáreas y con casi mil trabajadores. A finales de abril, sale el primer aparato de la fábrica Latécoère. El 5 de mayo de 1918, el piloto Pierre Bastide inauguró la pista de aterrizaje con un Salmson de serie, el n.º 1565. En septiembre, se entregan 110 aparatos, equipados y verificados, al ejército. El día del armisticio, el 11 de noviembre de 1918, se entregaron 800 aparatos a las escuadrillas aliadas.

 

En mayo de 1918, Latécoère inauguró una línea aérea entre Francia y sus colonias de África y de América del Sur. Un proyecto realmente osado en el que él no dudó en poner cuerpo y alma para lograr el éxito. ¿Cuáles fueron las principales dificultades con las que se encontró?

El proyecto podía parecer una locura. Pero era sobre todo un proyecto pionero, innovador para la época. Con motivo de una entrevista realizada el 15 de mayo de 1918 con su amigo Beppo de Massimi, Pierre-Georges pronunció esta frase que a la sazón se hizo muy famosa: «he rehecho todos los cálculos y confirman la opinión de los especialistas: es inviable. solo nos queda una alternativa: hacerlo realidad». Durante el año 1918, el proyecto va madurando conforme al espíritu del industrial. Testimonio de ello son su correspondencia, pero sobre todo sus notas, conservadas en los archivos familiares gestionados en la actualidad por la Fundación Latécoère. Las dificultades fueron múltiples… políticas, técnicas y económicas: era necesario el consentimiento oficial de los Estados por los que atravesaba la línea, el acuerdo de las autoridades locales para aterrizar, despegar o construir una especie de aeródromo o «aeroplaza» como se denominaba entonces, reclutar pilotos con cualificación demostrada, negociar con el Estado francés un material aéreo aún indeterminado y cuyo alcance era limitado y, finalmente, lograr el respaldo de las administraciones postales para que le confiaran un porte comercial que pudiera reportar ciertos beneficios, a la espera de poder transportar – y convencer – a potenciales pasajeros. 

 

Pierre-Georges LatécoèreRecientemente ha publicado un libro muy interesante, resultado de una minuciosa labor de investigación y estudio de los archivos y de la correspondencia de Latécoère. ¿En qué medida reflejan esas cartas sus experiencias personales durante el desarrollo del proyecto?

El mito de lo que comúnmente denominamos «la Línea» no radica solamente en hazañas espectaculares. «La Línea» es, sobre todo, la historia de un hombre, un auténtico líder de la industria para la época, Pierre-Georges Latécoère. Sacar a la luz su correspondencia, hacer públicas las fuentes, permite hacerse una idea más clara de quién era este hombre, considerado a menudo una persona muy compleja e intratable. Mi estudio de los archivos familiares y de la correspondencia relevante me ha permitido conocer los hechos más interesantes del enfoque y del rigor de Pierre-Georges Latécoère, su voluntad de construir aquello que nadie había construido nunca. El objetivo de mi libro era dejar mejor constancia de la historia del hombre y de su acción pionera en los campos aeronáutico y aeropostal franceses a través de las cartas seleccionadas. Pierre-George se narra, piensa en voz alta, bosqueja, sermonea a sus fieles, celebra y – sobre todo – hace cuentas de los gastos… y de los beneficios esperados. Eso a lo largo de un periodo de diez años.

 

La finalidad de la línea aeropostal era conectar Toulouse con las colonias africanas, pero su lanzamiento permitió la creación de la primera línea de transporte aéreo en España. ¿Qué dificultades técnicas, políticas o económicas entrañaba atravesar la Península Ibérica?

La mañana del lunes 11 de noviembre de 1918, cuando el armisticio pone fin a la guerra y una inmensa oleada de alivio recorre toda Francia, Pierre-Georges Latécoère se encuentra en el tribunal de comercio de Toulouse. Allí, presenta en el registro los estatutos de la CEMA «Compagnie Espagne-Maroc-Algérie» (compañía España-MArruecos-Argelia) que «tiene por finalidad organizar y garantizar los viajes aéreos de ida y vuelta entre el sur de Francia y Marruecos, por un lado, y Marruecos y el oeste de Argelia, por otro», un proyecto que pretende implantar en seis meses. El mensaje está claro y el marco jurídico está establecido. Pero las demoras administrativas francesas exasperan a Pierre-Georges Latécoère: la cesión de los aviones y los motores se retrasa, los obstáculos entorpecen la validación de su proyecto de convenio para la línea aérea y no recibe ninguna ayuda para negociar con las autoridades españolas.

A primera hora del miércoles 25 de diciembre de 1918, para sorpresa general y con la complicidad de ciertos miembros de la administración, Pierre-Georges despega de Montaudran hacia Barcelona en un vuelo de prueba con un Salmson 2A2 pilotado por René Cornemont. Tras dos horas y veinte minutos de vuelo, y después de haber atravesado el Col du Perthus, en el corazón de los Pirineos, el aparato aterriza en el hipódromo de Can Tunis, cerca de la fortaleza militar de Montjuïc. Apenas son las 11 de la mañana. La repercusión de este vuelo en aquel momento fue menor, se tomaron algunas fotografías, se informó a las autoridades locales pero hubo muy pocos testigos.

AéropostalPierre-Georges Latécoère estaba contento. A la mañana siguiente ya está de vuelta en su despacho de Toulouse para encargar a Beppo de Massimi que busque escalas posibles en España y zonas de aterrizaje de emergencia entre Toulouse y Tánger. Se impone evidente un enlace a través de Barcelona pero para ello es imprescindible la autorización de la Administración española. Se conforma, entonces, el papel que a partir de 1918 desempeñará Beppo de Massimi: será el embajador y negociador de Pierre-Georges Latécoère. El aristócrata italiano pone su lista de relaciones en Francia y en Europa al servicio de la empresa, recurre a sus amigos, como el periodista Georges Prade, una persona cercana al embajador de España en París, e incluso a su antiguo jefe de escuadrilla, el comandante André Wateau, un destacable jurista antes de la guerra al que se le encomendaron asuntos sobre transporte aéreo en 1918, que respaldará las solicitudes de concesión de líneas aéreas de Pierre-Georges Latécoère. Al final, y no sin grandes dificultades, llegaron las autorizaciones. Simultáneamente, Pierre-Georges Latécoère valida en una larga nota detallada la ruta de escalas y la más corta, estas van a ser: Perpiñán, Barcelona, Alicante, Málaga y, a continuación, Gibraltar, Tánger y Rabat. La idea es evitar atravesar las montañas que cortan la Península Ibérica de este a oeste, y decididamente se opta por un recorrido por grandes ciudades que ofrecen recursos importantes desde el punto de vista de instalaciones de aeródromos, abastecimiento y reenvío de correo en caso de accidente. La trayectoria que pasa por el centro de España queda descartada, así como por el oeste, por ser demasiado largas. Solo queda ya poner en práctica las escalas y los aeródromos. El año 1919 será crucial para el proyecto del industrial de Toulouse, en tanto que deberá marcarse el enfoque para la instalación a largo plazo de esta línea aeropostal en la que apenas cree nadie.

 

El aeropuerto de Málaga celebra también sus 100 años. Su fundación, efectivamente, se debe a Latécoère y al piloto Lemaître, después de su primer aterrizaje en la ciudad. ¿Cree que serían conscientes de la importante repercusión de sus escalas en la historia de la aviación española?

A comienzos del año 1919, Pierre-Georges Latécoère hace una fuerte apuesta. El 28 de febrero, el intento de conexión aérea entre Toulouse y Rabat con dos aviones resulta en fracaso: los fallos mecánicos vencen a los aviones y el vuelo debe detenerse brutalmente en Alicante. El 8 de marzo se produce un nuevo intento. Con un solo aparato esta vez, el Salmson 2A2 n.° 457, pilotado por Henri Lemaître, Pierre-Georges Latécoère completa el vuelo entre Toulouse y Rabat en dos días con tres escalas: Barcelona, Alicante y Málaga. La historia conserva sobre todo la anécdota de que el industrial tolosano prolongó en el último momento el vuelo hasta Casablanca, donde se encontró con el general Lyautey, gobernador de Marruecos, para entregarle un ejemplar del periódico Le Temps fechado el 7 de marzo y ofrecerle a su esposa un ramo de violentas recogidas en Toulouse aún frescas. La operación de comunicación no pudo ser más eficaz: el gobernador quedó impresionado y en los días siguientes, los servicios de correos marroquíes suscribieron un convenio para el transporte postal, acompañado de una subvención anual de un millón de francos.

La escala en Málaga fue corta en este primer vuelo, la pareja llegó a las 9:30 de la mañana y despegó de nuevo hacia Rabat a las 13:00. Con todo, Pierre-Georges es muy consciente de la importancia de estas primeras escalas para «la Línea», como queda patente en su correspondencia y en sus notas. Durante 1919, participa personalmente en la puesta en marcha de los aeródromos de España, verificando las autorizaciones del Estado español y gestionando el tiempo estimado para las etapas, los suministros de gasolina, la organización de los equipos y los aviones inmovilizados. El industrial, trabajando a pie de campo, adquiere una práctica que aplicará después también en las aeroplazas desde el norte de África y hasta Senegal.

 

En este proyecto se implican muchos nombres célebres en la historia de la aviación: Daurat, Roig, Mermoz, Saint-Exupéry, Guillaumet… ¿Qué fue lo que más sedujo a estos pioneros? ¿Su sed de aventuras o la dinámica empresarial de Latécoère?

Leyendo los testimonios que dejaron los pilotos de «la Línea», nos hacemos una idea del ánimo que movía a estos hombres que se uniones a las Líneas Aéreas entre 1919 y 1921. La mayoría eran pilotos de guerra, condecorados, titulares de victorias y hazañas de guerra, pero desmovilizados y en mala situación económica. La aventura de Latécoère despierta interés en estos hombres que han enfrentado el fuego y se han codeado con la muerte. Didier Daurat – capitán, Legión de Honor y ocho citaciones, numerosas heridas – fue contratado como piloto antes de convertirse en director de explotación en octubre de 1920. Joseph Roig – jefe de escuadrilla, oficial de la Legión de Honor, Cruz de Guerra y nueve citaciones – se convierte en uno de los pilotos pioneros de «la Línea». Paul Vachet – piloto de bombardero, comandante de la Legión de Honor, Cruz de Guerra y medalla militar –se une a Latécoère en 1921 y aquí desarrollará toda su carrera. Jean Mermoz, Antoine de Saint-Exupéry y Henri Guillaumet, nacidos todos con el siglo, sienten también esas ansias de aventura y esa avidez por ser pilotos en la que se convertirá en «la Línea», siempre con el ánimo de llevar al mejor término su vuelos para que la divisa oficiosa de la Compañía – «el correo debe llegar a toda costa» se cumpla. Una frase de Didier Daurat resume bien la política de empresa – en el más puro sentido de la expresión – de las Líneas Aéreas Latécoère: «Van a partir [en vuelo]. No se olviden de que ni la fantasía ni el heroísmo tienen cabida aquí. Son obreros. Nada de esplendor ni gloria posibles. El público nunca conocerá sus nombres, excepto por una línea en algún periódico el día en que tengan la mala suerte de hacerse matar».  

 

En su opinión ¿Cuál es la herencia que nos ha dejado Latécoère?

Pierre-Georges Latécoère marcó sin duda los primeros tiempos de la aventura de la aviación civil francesa. Fue una de las primeras personas que pensó en la creación de una línea aérea con escalas, aeroplazas organizadas y, sobre todo, una regularidad de vuelos y un cumplimiento de horarios y lo llevó a cabo. Su amigo Beppo de Massimi resumía la aventura en una frase: «salir y llegar con puntualidad: todo el secreto de nuestra empresa está contenido en esta fórmula». La herencia es también la de un nombre: Latécoère. Un nombre que ha marcado la aviación de entre guerras, no solamente con «la Línea», también con los hidroaviones Latécoère, del Latécoère 28 al 631. Un nombre que sigue presente en la historia de la aeronáutica francesa hoy, con el Groupe Latécoère. Latécoère es asimismo una herencia que aún sigue muy viva y anclada a Toulouse: desde hace un siglo, la metrópolis tolosana sigue íntimamente ligada al sector aéreo y, hoy, también al espacio, y Pierre-Georges Latécoère tiene un papel muy importante en esta historia…

 

Hoy, cien años después de aquel vuelo increíble, la Fundación se encarga de perpetuar su historia. ¿Qué actividades han previsto para celebrar este aniversario?

Desde 2004, de la historia de «la Línea» y su promotor Pierre-Georges Latécoère se encarga oficialmente la Fundación, con su presidenta, Marie-Vincente Latécoère, a la cabeza, nuera de Pierre-Georges Latécoère y principal heredera de la historia familiar. La Fundación Latécoère tiene por objetivo preservar el espíritu de «la Línea» y del transporte aéreo postal promoviendo acciones que mantienen el recuerdo y la obra de Pierre-Georges Latécoère. Para el centenario, en 2018, la Fundación volvió a patrocinar la carrera Latécoère entre Francia y África, una carrera particular, puesto que reunió a más aviones que de costumbre y se organizó bajo el prestigioso auspicio de la presidencia de la República. En 2018, la Fundación lanzó también una exposición itinerante llamada «La Ligne. L’audace en héritage» – de la que fui comisario – que presentaba la historia aeropostal, de las Líneas Aéreas Latécoère a la Compagnie Générale Aéropostale, en los continentes europeo, africano y sudamericano. La acción de la Fundación incluye también Latécoère Explorer, cuya misión es perpetuar el influjo visionario y la audacia que impulsaron a los pioneros de «la Línea» a través de los proyectos de exploración. Sin organizar manifestaciones específicas ni demostrativas, la Fundación sigue siendo la legítima custodia de memoria de Pierre-Georges Latécoère y de «la Línea».

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