La IA (inteligencia artificial) es uno de esos términos que todo el mundo parece tener en la cabeza últimamente.
La IA suele definirse como la capacidad de inteligencia por parte de las máquinas. Es posible que algunos digan que la IA solo es un conjunto de normas para máquinas que se comportan de uno u otro modo en función de otro conjunto de posibles entradas. Si este fuera el caso, la IA llevaría existiendo mucho tiempo. A medida que conseguimos agrupar más reglas y abarcar cada vez más entradas, la IA se va volviendo más hábil. Sin embargo, la aplicación de conceptos como el aprendizaje profundo permite a las máquinas aprender o adaptarse solas a nuevas situaciones. Esto ha sido posible (y está siendo impulsado) gracias al creciente poder de la electrónica del silicio y a la capacidad de recopilar cantidades ingentes de datos para que los ordenadores los procesen, analicen y categoricen.
Por mucho que pueda dolernos en nuestro orgullo de humanos, las máquinas son mejores que nosotros.
Las aplicaciones de este concepto son ilimitadas. Coches sin conductor, asistentes personales, banca de inversión automatizada y diagnóstico médico asistido… estas son solo algunas de las muchas aplicaciones que actualmente permiten, o que pronto permitirán, estos nuevos desarrollos. Por tanto, la pregunta es: ¿cómo (o mejor dicho, cuándo) se aplicará esto a la aviación?
La aviación es uno de los sectores más estrictamente regulados del mundo. Esto se debe, principalmente, a motivos de seguridad. La historia de la aviación se ha construido sobre una base de incontables accidentes, que han conducido a la creación de rígidos conjuntos de reglas que han contribuido en todo el sector a proporcionar la forma de transporte más segura por kilómetro viajado. Los accidentes de aviación son escasos y muy dispersos y, año tras año, se vuelven más infrecuentes, aunque siempre acaben siendo el titular de los periódicos.
Algunos grados de automatización han permitido sin duda que la aviación esté donde se encuentra actualmente. Sin embargo, la intervención y el control humano siempre han subyacido a todo esto, desde los pilotos a los controladores del tráfico aéreo. Aun así, esto está abocado a cambiar.
Todo apunta a que los coches sin conductor están a la vuelta de la esquina. Si un coche puede conducirse solo esquivando a otros vehículos, peatones y otros objetos fijos y en movimiento, ¿qué impedirá a los aviones volar sin piloto? El transporte aéreo de mercancías parece ser el punto de entrada obvio para este tipo de aviones, así como los camiones sin conductor están a punto de revolucionar el sector del transporte terrestre.
El A-SMGCS (Sistema avanzado de guía y control del movimiento en superficie) de nivel 4 es un concepto relativamente poco conocido, introducido en la actualidad en algunos de los aeropuertos más importantes en distintos lugares del mundo. El A-SMGCS funciona mediante el suministro de todo tipo de información procedente de muchos y diferentes orígenes a un sistema que puede aportar sentido a todos esos datos y ayudar a los controladores a guiar los aviones sobre la superficie. Allí donde se haya implantado este sistema, ya existe una base para que la IA controle los movimientos en superficie.
El catalizador del cambio de paradigma en la aviación, desde el control a manos del hombre hasta el control a manos de la máquina, debería ser lo que ha hecho posible que volar sea fiable a lo largo de la historia: LA SEGURIDAD. Por mucho que pueda dolernos en nuestro orgullo de humanos, las máquinas son mejores que nosotros y aún lo serán más en muchas tareas mundanas y no tan mundanas. Solo es cuestión de tiempo hasta que podamos construir sistemas autónomos que puedan llevarnos volando desde A a B. En el momento en que lo consigamos, volar será más seguro, más rápido y más eficaz y todos podremos disfrutarlo.