Seguramente todos los lectores habrán oído hablar de los vehículos aéreos no tripulados, los llamados RPAS (Remotely Piloted Aircraft System), drones o UAV (Unmanned Aerial Vehicle). La imagen habitual que tenemos es la de la aeronave creada ex profeso para volar sin piloto, lo cual permite simplificar el diseño al desaparecer la necesidad de incluir sistemas de soporte vital, de habilitar espacio para las personas, de presurizar la cabina (imprescindible para volar a partir de cierta altitud), de tener sistemas de acondicionamiento del aire, de sistemas de evacuación de residuos y otras comodidades para los humanos.
Actualmente existe reticencia para aceptar que los aviones sean dirigidos sin una figura humana como piloto.
Sin embargo, existe otra forma de construir un UAV transformando un avión de tripulación dotándolo de un sistema de navegación totalmente autónomo o supervisado por un puesto de control en tierra. La ventaja de esta opción es la reutilización del conocimiento de programas aéreos a nivel de diseño, mantenimiento, aeronavegabilidad, estandarización de flotas, etc.
La exploración espacial, pionera en tantos campos, también lo es en el control autónomo de aeronaves diseñadas para ser tripuladas. La necesidad surgió de la evidencia del peligro de los vuelos espaciales experimentales. La Unión Soviética desarrolló su propio programa de transbordadores espaciales al que se le llamó Burán. En el vuelo de prueba inaugural de 1988 realizó dos órbitas completas alrededor de la Tierra y aterrizó exitosamente en el cosmódromo de Kazajistán. La cabina fue presurizada con nitrógeno para disminuir el riesgo de explosión y el vuelo fue supervisado desde el centro de control de Moscú por si la nave tomaba una decisión de navegación que pudiera ser considerada como peligrosa. Por desgracia el proyecto fue cancelado prematuramente por falta de fondos y no se realizaron más vuelos.
Actualmente Boeing y la Fuerza Aérea Estadounidense están trabajando en un programa conjunto para convertir el caza de combate F16 en un UAV militar, al que se ha llamado QF-16. En Septiembre de 2013 uno de estos aviones realizó su primer vuelo de prueba en la base aérea Tyndall, en Florida. Dos pilotos de test de la Fuerza Aérea controlaron desde tierra el caza. Para este primer test se simuló un vuelo de entrenamiento con todo tipo de maniobras de evasión y ataque. También se probó la fiabilidad de los sistemas y su precisión cuando se vuela a velocidades supersónicas –el caza es capaz de alcanzar más de 2.400 km/h-. Un hito importante se produjo el 29 de Agosto de 2014 cuando un QF-16 fue capaz por sí solo de esquivar un misil lanzado contra él. La idea de la Fuerza Aérea es utilizar el QF-16 en combates aéreos para aprovechar al máximo la tecnología de este caza y no poner en peligro vidas humanas. Antes del F16, la Fuerza Aérea también realizó varios vuelos de este tipo convirtiendo un caza F4 Phantom en un avión no tripulado, al que llamó QF-4.
¿Qué nuevos usos podrían darse a la transformación de aviones en UAV? Podría servir para vuelos de transporte de mercancías por la gran ventaja que supone el ahorro en sistemas de soporte vital. Pero aún queda un largo camino por recorrer ya que, además de las dificultades técnicas para que el sistema de navegación interprete satisfactoriamente todas las variables del vuelo, hay que añadir la reticencia humana para aceptar que los aviones sean dirigidos sin una figura humana como piloto.