La digitalización es hoy el impulsor clave de los cambios que las empresas vienen realizando durante los últimos años y es indudable que tiene el potencial de proporcionar nuevas oportunidades para la creación de valor. Este proceso, que estaba ocurriendo ya a nuestro alrededor desde hace algún tiempo, se ha visto exponencialmente acelerado tras el estallido de la crisis mundial provocada por el COVID-19 y, lo que ya era una realidad en la mayoría de las empresas, se ha convertido en una necesidad para todas ellas.
La integración inteligente y personalizada de las diferentes tecnologías presentes en las empresas es el siguiente reto en la transformación digital.
Esta transformación digital puede, desde luego, proporcionar a las empresas capacidades sobresalientes pero también crea enormes expectativas entre los clientes. Por lo tanto, de acuerdo con estas expectativas crecientes, todas las industrias están invirtiendo en tecnologías digitales para diferenciar su cartera de productos y servicios, pero es obvio que no todas tendrán éxito. Siguen existiendo una gran cantidad de desafíos que deben ser resueltos, especialmente los relacionados con el gran incremento de los flujos de comunicación que han generado nuevos riesgos para la privacidad de los datos intercambiados.
La rápida evolución hacia un mundo totalmente conectado ha permitido a millones de clientes el acceso en tiempo real a plataformas y mercados globales y empresas de todas las industrias están tratando de gestionar los retos relacionados con las expectativas aumentadas de sus clientes: la transformación cultural interna, los nuevos desafíos logísticos o la necesidad de formar a su personal en nuevas habilidades digitales.
La disponibilidad de tecnologías a cada vez menor coste como la computación en la nube, la realidad virtual o la impresión 3D están cambiando radicalmente la forma en que las personas compran, se desplazan o trabajan. Por supuesto, estas tecnologías también se aplican a las propias empresas como parte de un concepto seguro ya conocido por los lectores denominado Industria 4.0
Por tanto, en los próximos meses la industria se enfrenta a un vertiginoso escenario de rápidos cambios económicos y sociales sin olvidar que mientras se atraviesa este período de incertidumbres es obligatorio mantener la posición competitiva para poder sobrevivir y continuar proporcionando productos y servicios que el mercado aprecie como de valor añadido.
En este entorno de transformación digital, todas las empresas deben entender la flexibilidad como un elemento fundamental, como un impulsor clave de la transformación y será obligatorio mejorar el acceso a la información desde cualquier punto físico u horario y mejorar la eficiencia de los procesos internos que deriven en una mejora de productividad reduciendo costes operativos. Por esta razón, la automatización de la parte repetitiva y de menos valor de los procesos productivos internos puede permitir a las empresas reubicar a su personal en tareas más estratégicas.
Es muy probable que nunca más la mayor parte de la fuerza laboral trabaje en una oficina corporativa de forma continuada y la compañía deberá hacer lo posible por proporcionarles comunicaciones confiables, aplicaciones para reuniones virtuales, diferentes opciones de hardware, aplicaciones corporativas con interfaces usables y amigables y herramientas de ciberseguridad que garanticen una experiencia satisfactoria para el usuario que a su ver redunde en un empleado más productivo.
Uno de los casos de aplicación más directos y evidentes es la reducción (e incluso desaparición) del uso del papel en los procesos internos, además de las evidentes motivaciones ambientales y económicas, la evolución de la tecnología, con el desarrollo de dispositivos electrónicos cada vez más ligeros y potentes, permite el intercambio de datos en tiempo real, simplificar el control de configuración de la documentación, facilitar la homogeneización de las bases de datos y la estandarización de los formatos de información para empleados deslocalizados.
Casi todos los expertos coinciden en señalar los mismos habilitadores tecnológicos como impulsores del despliegue de la Industria 4.0 en nuestras empresas. Estos son el Gemelo Digital, la Realidad Aumentada y Virtual, el Internet (Industrial) de las Cosas o IIoT, el Big Data, la Inteligencia Artificial, la Robótica Colaborativa, los Vehículos Autónomos, la Fabricación Aditiva y por supuesto la Ciberseguridad que, cada día en mayor medida, envuelve todo este despliegue tecnológico.
La necesidad de incrementar los recursos dedicados a la Ciberseguridad en la industria es cada vez más relevante ya que no sólo estamos hablando de phishing sino de reducir el potencial impacto de daños a personas, maquinaria o productos finales, por ejemplo, cuando una red corporativa de IIoT es atacada dejando en evidencia sus vulnerabilidades, el impacto puede tener no sólo una enorme influencia en los resultados financieros de las empresas sino adicionalmente generar riesgos reputacionales innecesarios.
Otro aspecto muy relevante para resaltar es que la aplicación de la tecnología no crea por sí misma un mecanismo capaz de mejorar automáticamente la eficiencia de un proceso industrial suficientemente complejo, siendo estrictamente necesaria la contribución de personas experimentadas para particularizar el despliegue de la base tecnológica en cada caso de uso industrial. Sin embargo, es obligatorio que los seres humanos evolucionemos nuestras habilidades para adaptar nuestro rol dentro de la nueva cadena productiva aportando valor para desechar justificadamente la idea de la obsolescencia humana en la industria del futuro.
Solamente cuando el factor humano y el instinto empresarial estén perfectamente alineados con el despliegue de tecnología en la industria se producirá la mejora cuantificable del entorno productivo y la agregación de valor a la sociedad.
Con todos estos antecedentes ya es necesario seguir avanzando en la transformación digital de las empresas y, superado el punto de partida, decidir cuál debe ser el siguiente paso en la evolución tecnológica. Como posibles elementos de ese paso adelante podemos pensar que las siguientes serán algunas de las premisas que se deberán tener en cuenta:
- Se avanzará en la deslocalización de los centros de trabajo.
- Serán necesarios nuevos modelos interactivos con los sistemas corporativos para un trabajo inteligente.
- Es necesario ambicionar la inmediatez en la recolección de información relevante para nuestro proceso productivo.
- Los recursos multimedia deben apoyar el desempeño de tareas complejas.
- No se entiende el trabajo deslocalizado sin la reducción de tamaño y peso del hardware.
- El objetivo debe ser fusionar el máximo número de tecnologías (realidad virtual, impresión 3D, etc.) funcionando en tiempo real en el mismo dispositivo.
- Pero será necesario encontrar un punto de equilibrio entre disponer del mayor número de tecnologías y el volumen ocupado por los dispositivos, por eso será necesario trabajar en la modularidad del hardware para optimizar los recursos.
- Y, por supuesto, todos los dispositivos deberán auto-mantenerse, auto-diagnosticarse y auto-reemplazarse en caso de malfuncionamiento.
Con este razonamiento se puede intuir que las tendencias futuras de la digitalización pueden derivar en una integración inteligente de todos los habilitadores tecnológicos mencionados anteriormente (y quizás alguno más), tendremos que dejar de considerarlos como entidades independientes y empezar a plantear entornos en los que coexistan varias tecnologías de forma simultánea en el mismo espacio de trabajo.
Como paradigma de este concepto surge la definición del Industrial Digital Desk (ID2) como un entorno tecnológico ideal donde el trabajador dispone de la posibilidad de utilizar la tecnología que necesite de manera flexible y dinámica en cada momento para llevar a cabo cada una de sus tareas y tendremos que imaginarnos nuestros futuros dispositivos corporativos como equipos modulares y portables que podremos utilizar por ejemplo para proyectar en 3D una posible modificación del lay-out de una celda robotizada mientras nos movemos por la fábrica, para lanzar una petición de soporte remoto a nuestros colegas de la oficina de Hong Kong; para medir nuestras constantes vitales durante la jornada laboral o para solicitar que un vehículo autónomo nos traiga una pieza urgentemente a nuestra ubicación dentro la planta de fabricación.