A pesar de la incertidumbre todavía existente en algunos de los estudios científicos publicados hasta el día de hoy, todos parecen coincidir en que la principal vía por la que se transmite la COVID-19 es la aérea y que el riesgo de contagio en ambientes interiores es superior al que pueda existir en el exterior. En un espacio interior, las partículas susceptibles de tener virus quedan en suspensión en el aire (aerosoles) donde, en caso de no existir ventilación, se van acumulando.
En el siguiente vídeo se puede ver un estudio de dinámica de fluidos (CFD, Computer Fluid Dynamics) realizado por Aalto University, Finnish Meteorological Institute, VTT Technical Research Centre of Finland y University of Helsinki donde se ha simulado el movimiento de las partículas liberadas por una persona que estornuda en el interior de un supermercado donde está en funcionamiento el sistema de climatización.
Una de las conclusiones obtenidas es que las corrientes de aire producidas por los sistemas de climatización y ventilación en los espacios públicos cerrados van a favorecer el rápido movimiento de este aerosol. Si no se actúa sobre los sistemas de aire acondicionado, esto podría suponer un alto riesgo de contagio en caso de existencia de personas infectadas asintomáticas.
Entre las muchas instalaciones, procedimientos y procesos que el SARS-CoV-2 nos obliga a revisar, todas las que incluyen la renovación o reciclaje de aire tienen un papel relevante.
Es por este motivo por el que un replanteamiento del funcionamiento de los equipos de climatización va a tener un papel crucial en la prevención de la propagación y el contagio del SARS-CoV-2 en cualquier instalación en la que se haga uso de ellos..
El caso particular de los edificios terminales en un aeropuerto, caracterizados por un alto trasiego de personas a lo largo del día, no puede ser menos. Cada terminal tiene un sistema de climatización diferente, con unas consignas específicas de temperatura, humedad y renovaciones. Y ya esté ubicado en Oriente Medio, Latinoamérica o Europa tendrá que reajustarse. Lo que deberá ser común y tendrá carácter prioritario en el funcionamiento de todos ellos será:
- Maximizar las renovaciones de aire, diluyendo el aerosol contaminado del interior del edificio, y evitar las recirculaciones de aire. Un mismo equipo de aire acondicionado puede dar servicio a dos zonas distintas. Si en una de ellas existieran partículas de virus, la recirculación realizada con el equipo de clima puede trasladar el aire infectado a otra zona que comparta equipo de climatización.
- Normalmente el 20% del aire impulsado a una estancia procede del exterior. El aumento de ese 20% de aire exterior a lo máximo posible va a depender principalmente de las condiciones climáticas exteriores, de las baterías de unidades de tratamiento de aire y de los equipos de producción existentes. Encontraremos multitud de casos en los que con los equipos disponibles no se pueda funcionar bajo la premisa “todo aire exterior” y no quede más remedio que realizar recirculaciones de aire. Será entonces necesaria la implementación de una solución adicional, que puede ir desde instalación de filtros HEPA hasta la incorporación de módulos en las redes de distribución que utilicen tecnologías de destrucción de virus y contaminantes.
- Finalmente, será fundamental la extracción continua de aire en los aseos para que queden en depresión con respecto a los espacios adyacentes y se evite la transmisión fecal-oral (reconocida por la OMS en su informe técnico de 2 de marzo de 2020) mediante el flujo de aire contaminado desde los inodoros a otras estancias.
La vuelta a la normalidad en el funcionamiento de los aeropuertos supondrá cambios y adaptaciones en las instalaciones y en la operativa existente previa al COVID-19. La reconfiguración de los sistemas de aire acondicionado debe ser una de ellas.
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