Cada día que pasa, la concienciación colectiva en torno a la necesidad de luchar contra el cambio climático aumenta inexorablemente. Dentro de esa inercia de pensamiento y acción, hay organizaciones y personas que señalan con el dedo hacia la industria aeronáutica como una de las principales causantes de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin entrar a cuestionar esas posiciones críticas, es importante considerar qué es lo que hay de realidad en esa afirmación y saber qué está haciendo el sector aeronáutico para mitigar cualquier tipo de influencia en el entorno.
Tanto a nivel colectivo como individual todos tenemos un papel que jugar en la lucha contra el cambio climático y no hay duda alguna de que la acción climática dentro de la industria aeronáutica no solo está planteada en el plano teórico, sino que forma parte de la agenda de trabajo de todos los implicados desde hace muchos años.
Desde hace diez años 350 aeropuertos de todo el mundo, que mueven más del 43% del tráfico mundial (3.300 mill. pasajeros anuales), luchan por alcanzar la neutralidad climática. 50 ya lo han conseguido.
En el sector aeronáutico hay dos contextos para la acción climática: los aeropuertos y la industria aeronáutica.
En el caso de los aeropuertos es relevante el papel que están jugando en positivo las principales organizaciones del sector, al frente de las cuales se sitúa la ACI (Airports Council International), así como las acciones comprometidas que llevan a cabo los propios operadores aeroportuarios.
La ACI puso en marcha en 2009 en Europa la Airport Carbon Accreditation (ACC) (ver aquí), orientada a fomentar y dinamizar las acciones emprendidas por los aeropuertos para reducir las emisiones de carbono a la atmósfera. En 2014 esta acreditación se extendió a aeropuertos de todo el mundo y, a fecha de hoy, son ya casi 350 aeropuertos en 70 países los que se han adherido a esta iniciativa. Entre todos ellos suponen un 43% del tráfico mundial (unos 3300 millones de pasajeros). De ellos, 50 aeropuertos han conseguido ya, o están a punto de hacerlo, la neutralidad climática, es decir, un equilibrio entre las emisiones y las absorciones globales.
Los aeropuertos adheridos al programa ACC adquieren el compromiso de medir, gestionar y reducir las emisiones de CO2 de sus operaciones y propiciar que ello cree inercia para, a continuación, hacer lo propio con las empresas relacionadas con el propio aeropuerto. Para ello, los operadores aeroportuarios deben tener en cuenta todas las fuentes de emisión bajo su control directo. Esto supone actuar sobre una iluminación más eficiente, calefacción, cambio a vehículos híbridos o eléctricos terrestres, uso de energías renovables o una mejor gestión de la energía. La inercia generada por esta forma de pensar y actuar influye positivamente en la planificación y puesta en marcha de otras acciones relacionadas con una gestión ambiental responsable, entre las que se incluyen la gestión de residuos o utilización de productos y materiales más respetuosos con el entorno.
En la práctica, la ACC se ha adoptado como un estándar para la gestión del carbono en los aeropuertos. Está alineada con estándares internacionales que afectan a la industria aeroportuaria, tales como el Protocolo de gases de efecto invernadero o la Norma ISO 14064, conforme a los que se revisa y actualiza periódicamente.
La adopción de la acreditación por parte de los aeropuertos está planificada en cuatro niveles, cada uno de ellos más restrictivo que el anterior. Es muy interesante que sea así porque permite que, por precaria que sea la situación de partida de cualquier aeropuerto en el contexto ambiental, tenga posibilidad de seguir fácilmente un programa de mejora por fases hasta llegar a la neutralidad climática. Las cuatro fases de las que consta esta acreditación son las siguientes:
La primera etapa es el mapeo. Requiere de un compromiso por parte del aeropuerto para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Este acuerdo debe estar avalado por los gestores del aeropuerto y estar focalizado en todos los procesos bajo el control directo del aeropuerto.
El segundo nivel es el de reducción. Requiere el cumplimiento de todos requisitos de acreditación de la etapa anterior, así como la formulación de un objetivo de reducción de emisiones de carbono, el desarrollo de un plan de gestión de las emisiones de carbono y la reducción anual efectiva de emisiones bajo el control del aeropuerto.
La tercera fase es la de optimización. Además del cumplimiento de los requisitos del nivel anterior incluye el desarrollo de una huella de carbono más exigente y la formulación de un plan de participación de otros actores implicados en el funcionamiento del aeropuerto.
El último nivel es el de la neutralidad climática. Requiere el cumplimiento del nivel 3 de los requisitos de acreditación, así como la compensación de aquellas emisiones residuales bajo el control del aeropuerto que no puedan ser eliminadas o reducidas.
Actualmente hay 89 aeropuertos que cumplen con el nivel de mapeo (nivel 1), 77 están ya en nivel de reducción (nivel 2), 58 están en fase de optimización (nivel 3) y 50 han alcanzado la neutralidad climática (nivel 3+).
Gracias a este planteamiento por niveles, los aeropuertos encuentran un aliciente para mejorar con independencia de su situación inicial. Al mismo tiempo, la puesta en común de las buenas prácticas llevadas a cabo por cada uno de los aeropuertos adheridos al programa ayuda al resto a encontrar ejemplos innovadores para abordar los diferentes retos que supone tratar de implementar un horizonte de neutralidad climática.
Según el último informe emitido a finales de 2019 por la ACI con relación a la acreditación ACC, actualmente se encuentran adscritos 144 aeropuertos en Europa, 54 en la región Asia-Pacífico, 39 en América del Norte, 23 en Latinoamérica y 14 en África.
El resultado no deja de sorprender. En el último año los aeropuertos adheridos a la acreditación ACC consiguieron una reducción de 322.297 toneladas de emisiones netas de CO2 bajo su control directo. Para verlo con cierta perspectiva, esto equivaldría a la absorción equivalente generada por la plantación de siete millones y medio de árboles en diez años.
No cabe duda de que los aeropuertos de todo el mundo han asumido la necesidad de luchar contra el cambio climático de forma decidida y efectiva sin que ello obligue a mermar un medio de transporte del que se benefician más de 7.000 millones de personas anualmente, incluidos algunos de los que lo critican abiertamente.
Y otro día hablaremos de lo que la industria aeronáutica está haciendo igualmente en este campo, mejorando la eficiencia de las aeronaves, optimizando materiales, gestionando de forma más eficaz los procesos y reduciendo globalmente sus emisiones, tanto como industria, como en lo relativo al propio funcionamiento de las aeronaves.