El pasado mes de mayo se celebró el quinto centenario del fallecimiento de la que fue posiblemente una de las personas más adelantadas a su tiempo en la historia de la humanidad: Leonardo da Vinci.
Leonardo fue un polímata florentino del renacimiento italiano, archiconocido por sus múltiples obras en muy diversos campos. Sin embargo, como muchos genios, no tuvo el reconocimiento merecido hasta el final de su vida, después de fracasar una y otra vez, con constancia, fracasando cada vez mejor y convirtiendo cada fracaso en un paso hacia el éxito, a fuego lento, como se forjan los genios que entran en la historia.
Algunos de los conceptos aeronáuticos que desarrolló Da Vinci siguen vigentes en la actualidad, tras más de quinientos años.
Desde bien joven soñó con volar, como hicieran unos pocos antes que él y otros muchos posteriores a su existencia. Leonardo fue de las primeras personas que ingenió varias máquinas para poder levantarnos del suelo. Para ello estudió en profundidad el vuelo de las aves, la mecánica y anatomía de las alas, la disposición de las plumas, etc.
Entre sus múltiples notas, realizó los siguientes diseños relacionados con la aeronáutica:
- El «helicóptero»: Ideó una máquina con un diseño de un tornillo helicoidal que, según calculó, podría elevarse usando un rotor accionado por cuatro hombres que lograran la suficiente velocidad e inercia. Básicamente una transposición de la idea del Tornillo de Arquímedes, pero usando el aire como fluido en vez del agua.
El diseño tenía el error de que la hélice ofrecía resistencia de penetración, y no de sustentación. Posteriormente, subsanó este problema realizando modelos a pequeña escala. Sin embargo, fue una de las primeras ideas de que una máquina «más pesada que el aire» pudiera volar.
- Las alas: Da Vinci realizó un compendio de diseños de alas. La idea era sencilla, dotar a una persona de unas alas articuladas como si de un ave se tratase. Sus alas estaban basadas en los estudios anatómicos de las alas de las aves y los murciélagos pero a mayor escala. Esto impedía a la persona poder batir las alas a la velocidad necesaria para generar sustentación de manera que, para poder volar, tuvo que decantarse por una idea de ala fija, lo que derivó en su planeador.
- El planeador: Observó el vuelo de las grandes aves y llegó a la conclusión de que, a falta de un mecanismo impulsado por la fuerza del hombre, el vuelo tecnológicamente más viable residía en el planeo «sin batir las alas».
Concibió artilugios con una ligera estructura similar a la de un ala desplegada, con ligeros nervios muy parecidos a los dedos de los murciélagos, emulando la estructura de huesos y cartílagos en las extremidades de las aves de mayores dimensiones. Él llamaba «ave gigantesca» a este aparato y soñaba con probarlo desde el monte Ceceri, cerca de Florencia. Esta es la base de lo que hoy en día se conoce como «ala delta».
- El paracaídas: Tras analizar la importancia de la resistencia del aire, las corrientes y la atmósfera, Leonardo esbozó el precursor de un paracaídas constituido por bolsas de aire. Dichas bolsas formarían una especie de pirámide cuadrangular, cuya base y altura medirían algo más de 7 metros. Se suponía que un hombre podía lanzarse con ellas desde cierta altura y no resultaría herido. Recreaciones modernas de este primer paracaídas demostraron que Leonardo estaba en lo cierto.
- El ornitóptero: Diseñó un mecanismo que debía ser propulsado por un tripulante, que se introducía en un armazón y accionaba con sus brazos dos extensiones laterales a modo de alas, de un modo similar al uso de remos en una barca.
Se percató de que la musculatura humana no era lo suficientemente potente y versátil como para poder levantar su máquina.
Leonardo creía fervientemente en que la clave del éxito residía en las corrientes de aire que ayudarían a sus máquinas a levantar el vuelo tal y como hacen las aves planeando de una corriente a otra sin la necesidad de aletear, en verdad estaba en lo cierto, al menos en la ciencia que atañe a su planeador.
También realizó notas relativas a los materiales que se podrían utilizar en cada diseño. Mencionó igualmente lo poco recomendable que sería utilizar elementos metálicos, que añadirían peso a las estructuras, así como fragilidad en las uniones donde podrían darse casos de oxidación o incluso poca flexibilidad a la hora de realizar movimientos. En este sentido, recomendaba el uso de madera, piel curtida, cuerdas de seda, etc.
Hoy en día se han probado algunos de sus diseños con resultados dispares. Si bien todos ellos han puesto de manifiesto el alto nivel de estudio y detalle con los que Leonardo desarrolló todo lo relativo a la posibilidad de volar, lo que está claro es que se adelantó a su época, con una actitud que quedó grabada a modo de lema en su sello «Impedimento non mi piega» (Ningún obstáculo me dobla). Muchos de estos diseños sirvieron como idea primitiva para los aerodinos que hoy en día nos parecen tan comunes como el aire que los levanta.