La historia aeronáutica está plagada de iniciativas, experimentos y desarrollos que, vistos con la perspectiva del tiempo, parecen inverosímiles. Pero ahí están. De hecho, no deja de ser sorprendente cómo la mente humana es capaz de despertar las ideas más bizarras en tiempos de crisis y, muy especialmente, en tiempos de guerra. Un claro ejemplo de este hecho fue el proyecto llamado “Project Pigeon”, desarrollado en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial con la finalidad de avanzar en el campo de los sistemas guiados.
La utilización de palomas para guiar bombas durante la última guerra mundial parecía una quimera hasta que se demostró su viabilidad y eficacia.
Las guerras, muy a nuestro pesar, son por norma general un campo donde el desarrollo de la tecnología se dispara exponencialmente, donde estar un paso por delante que el oponente marca la diferencia y donde tener un terreno de pruebas para las ideas menos humanas es relativamente fácil.
Durante la Segunda Guerra Mundial conseguir una bomba guiada era un objetivo utópico, los ordenadores aún eran grandes máquinas pesadas imposibles de ser introducidas en cualquier tipo de bomba. En 1943, Estados Unidos, en su búsqueda por lograr un sistema de guiado de bombas de mayor precisión que los métodos tradicionales, contactó con el psicólogo e inventor Burrhus Frederic Skinner otorgándole un contrato con el nombre “Project Pigeon”.
Años antes, Skinner había contactado con el Consejo Nacional de Inventores para mostrar los avances que había realizado en la investigación con palomas, pero en aquel momento parece ser que no levantó el interés necesario para el organismo de defensa nacional.
La idea de Skinner era introducir palomas en la cabeza de las bombas para que, mediante un visor, un dispositivo de control y un entrenamiento adecuado, fueran capaces de guiar una bomba hacia un determinado objetivo, es decir, convertirlas en palomas kamikaze. Sobre el papel, una paloma adiestrada era muy superior a un ser humano en ese cometido. Disponen de una mejor visión y capacidad de reacción que los seres humanos, sin contar con ventajas colaterales tales como que son capaces de diferenciar los colores, no se marean y tienen un tamaño reducido.
El proyecto tenía dos retos que superar, uno era el adiestramiento completo de las aves, donde se verían sometidas a diferentes pruebas y fases, mientras que el otro reto principal era el desarrollo del habitáculo y dispositivo de control de la bomba en cuestión.
El entrenamiento comenzó con un escuadrón de 64 palomas. El objetivo de las pruebas reales iba a ser un triángulo blanco sobre un campo verde situado en Florida, de manera que Skinner dejaba a las aves 36 horas sin alimento para posteriormente introducirlas en una caja y mostrarles triángulos blancos sobre un papel verde. Esto iba asociado a la entrega de unos pocos granos de alimento. Las aves tardaron poco tiempo en asociar la relación y picotear sobre el triángulo blanco con tal ferocidad que tuvieron que utilizarse láminas de papel de mayor resistencia.
En la siguiente fase se ideó un proyector con una imagen del objetivo en movimiento sobre una pantalla de proyección, es decir, un minicine para palomas. La pantalla tenía un mecanismo eléctrico que, al picar sobre ella, abría una trampilla y dejaba caer unos cuantos gramos de alimento. Esto funcionó hasta que las aves se dieron cuenta de que era indiferente en que parte de la pantalla picaran para que se abriera la trampilla que les proporcionaba alimento. Skinner solucionó este problema con la introducción de un doble rayo de luz en ángulo recto sobre el objetivo, de manera que el picotazo debería romper ambos haces para obtener su ansiado premio.
Posteriormente se buscó la constancia de las aves, de manera que no se les proporcionaba alimento sin un número mínimo de picotazos sobre el objetivo, resultando en una intensidad de cuatro picotazos por segundo durante dos minutos, lo que aseguraría un guiado constante de la supuesta bomba.
La prueba final consistía en un operario con una imagen que se moviera de forma manual, de manera que las palomas no pudieran seguir patrones que podrían tener las imágenes proyectadas y tuvieran que realizar el ejercicio real y totalmente aleatorio.
Las 64 palomas que se sometieron a este entrenamiento lo superaron de forma sobresaliente.
Además de todas las fases anteriores, las palomas se vieron sometidas a pruebas físicas que pudieran aturdirlas o desviarlas de su objetivo, como podría pasar en un campo de batalla real: desde fogonazos y destellos hasta ruidos de explosiones muy próximos, variaciones de presión, vibraciones, oxígeno puro, cambio de fuerzas G centrifugándolas como si de astronautas se tratara, etc.
Por otro lado, la cabeza de la bomba se diseñó como un habitáculo donde podían albergar tres, cinco o siete aves, cada una con un visor vinculado al visor de las demás palomas, y a su vez, conectado mecánicamente a las superficies de control aerodinámicas de la bomba. De esta manera se podía asegurar que si cualquier paloma se desviaba de su cometido el resto podía seguir llevando el rumbo. No olvidemos que al ser un sistema mecánico se necesitaba coordinación y dependía directamente de la fuerza del picotazo que desarrollaran.
Como última prueba, con la cabeza de la bomba diseñada, se decidió intercalar palomas macho con palomas hembra para observar si en algún momento alguno de los dos géneros abandonaba su tarea. Esto no fue así, los pájaros volvieron a hacer el ejercicio perfecto, las 36 horas de ayuno pesan más que cualquier otro deseo animal.
Cuando se había investigado lo suficiente, Skinner fue invitado a realizar una demostración por la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico en Washington D.C. La demostración fue todo un éxito. Sin embargo, en 1944, para alivio de las palomas, se canceló el proyecto con el pretexto de destinar fondos a investigaciones más inmediatamente aplicables. Además, a finales de 1943 los alemanes se habían vuelto a adelantar realizando un ataque con bombas guiadas por radio.
Hoy en día el prototipo de bomba de Skinner se exhibe en el Museo Nacional de Historia de Estados Unidos en Washington D.C. Por su parte, Skinner decidió quedarse con las palomas que con tanta dedicación había entrenado, a las cuales sometió a las mismas pruebas años después habiendo cesado totalmente el entrenamiento. Las palomas volvieron a acertar en el objetivo demostrando que el trabajo del psicólogo había merecido la pena.