Hay amigos que, en ciertas ocasiones, conociendo que trabajo en una importante empresa de ingeniería y tecnología aeronáutica, me han preguntado sobre qué líneas aéreas o qué aviones son los más rentables. Como sería de esperar, la respuesta no es tan sencilla ni directa como la propia pregunta, pero intentemos aportar un poco de luz sobre este interesante asunto.
Si nos referimos a las aeronaves, su rentabilidad y eficiencia pueden medirse desde diferentes perspectivas, como pueden ser el costo por asiento y milla (CASM), el consumo de combustible, la capacidad de carga, la durabilidad y los costos de mantenimiento. Cada uno de estos conceptos puede ser más prioritario que otro para las compañías, pero en general es la suma de todos estos parámetros la que define el mejor avión en cada caso para una compañía en particular.
En las compañías aéreas existe una lucha permanente por ser más competitivas, maximizar sus ingresos y mantener altos niveles de satisfacción de los pasajeros, aunque no siempre es posible cumplir con todos los deseos.
Si lo que tratamos de definir es cuál es el avión más rentable en la actualidad, sin duda hay dos que destacan por encima del resto: el Airbus A320neo y el Boeing 737 MAX. Ambos son parte de las dos familias de aviones para vuelos comerciales cuyos modelos han sido los más vendidos de la historia, superando ampliamente las 10.000 unidades en cada caso.
El A320neo es la versión mejorada de la familia A320, que incluye motores más eficientes y mejoras aerodinámicas. Sus costos operativos son muy bajos gracias a un menor consumo de combustible y a menores costos de mantenimiento, lo que lo hace muy atractivo para las compañías de Low Cost.
Por su parte, el Boeing 737 MAX, también incorpora mejoras de eficiencia y tecnológicas, siendo un avión muy adecuado y rentable para las rutas de corto y medio alcance gracias a una eficiencia de combustible mejorada y menores costos operativos.
Si el criterio que priorizamos es el de la eficiencia, los campeones son el Airbus A350 y el Boeing 787 Dreamliner. Ambos son de fuselaje ancho y están diseñados para rutas de largo recorrido, utilizan materiales compuestos avanzados en un porcentaje importante y complementan sus atractivos con un elevado nivel de confort para los pasajeros.
En términos de eficiencia, el A350 tiene un consumo de combustible muy bajo por asiento y ofrece una alta eficiencia operativa, lo que lo hace ideal para rutas transoceánicas. En el caso del Dreamliner, su diseño avanzado y motores eficientes también lo convierten en uno de los aviones de largo recorrido más eficientes en términos de consumo de combustible por asiento.
La rentabilidad de las compañías de transporte aéreo
En la práctica, la rentabilidad y eficiencia de un modelo u otro de aeronave va a depender del fin para el que se destine, lo cual está ligado de forma directa al plan de negocio de la compañía aérea que lo adquiera. Es decir, puede variar en función de la estrategia operativa de cada compañía aérea, las rutas que opere, flota disponible, alianzas y otros factores específicos.
Esto nos lleva a preguntarnos sobre cómo se puede estimar la rentabilidad y el éxito de una compañía aérea. Todo comienza por disponer de una estrategia operativa, lo que incluye decisiones sobre la flota, las rutas, la fijación de precios, la experiencia del cliente, y la gestión de costos y eficiencia.
Como ya hemos mencionado, un aspecto esencial es la selección y gestión de la flota de aeronaves de las compañías. Es algo que no puede ser una decisión aislada, sino que las compañías aéreas eligen aviones que estén alineados con su modelo de negocio (bajo coste, servicio completo, vuelos regionales, transoceánicos, carga, etc.). Como ejemplo, tal y como hemos explicado antes, los aviones más eficientes y rentables, como los casos del Airbus A320neo y el Boeing 737 MAX, suelen ser preferidos para rutas de corto y medio alcance, mientras que el Airbus A350 y el Boeing 787 Dreamliner ofrecen las mejores ratios y son más atractivos para una estrategia basada en vuelos de largo recorrido.
Otro aspecto esencial es la uniformidad de la flota, ya que disponer preferentemente de un modelo concreto de aeronave supone una reducción directa de los costos de mantenimiento y formación de pilotos.
En íntima relación con lo anterior está el modelo de adquisición y gestión de la flota elegido por la compañía, optando por la compra de aeronaves, leasing o alquiler… ya que cada opción conlleva una incidencia en su rentabilidad a diferentes plazos.
Yendo ya al contexto operativo, otra circunstancia que interviene en la rentabilidad y eficiencia de las compañías es la red de rutas y la planificación de horarios. De hecho, decidir entre operar vuelos directos o establecer centros de conexión (hubs) es crucial pues los modelos de negocio son sensiblemente diferentes. Las aerolíneas de bajo costo suelen preferir vuelos directos, mientras que las aerolíneas tradicionales suelen operar a través de hubs.
A esta decisión hay que sumar la relativa a las frecuencias de vuelos en ciertas rutas y sus correspondientes horarios, que inciden directamente en el tipo de pasajero que elige a esa aerolínea. De ello dependen parte de los costes operativos en los que incurren las compañías por los slots utilizados en cada caso.
Los precios son siempre una variable a tener en cuenta en cualquier modelo de negocio, y el caso de las líneas aéreas no es una excepción. Sin duda, la estrategia con la que los usuarios estamos más familiarizados es la relativa a la segmentación de mercado, consistente en ofrecer diferentes clases de servicio (clase económica o turista, business, primera clase) para atraer a diferentes tipos de clientes en un mismo trayecto y rentabilizar la oferta.
Esta estrategia incide directamente en la experiencia del pasajero, ya que permite sentirse diferenciado por una oferta personalizada en servicios tales como entretenimiento, comidas, disponibilidad de espacio, confort de los asientos, etc. Es obvio que cada servicio supone un costo diferente para la compañía y un precio distinto para el pasajero.
En el caso de los precios, hay diferentes estrategias a seguir. Entre ellas, la más atractiva para las compañías, es la de los precios dinámicos, es decir, utilizar sistemas de gestión de ingresos que ajusten los precios en tiempo real en función de la demanda y otros factores.
En la relación entre la compañía aérea y sus clientes, los pasajeros, los programas de fidelización (o de lealtad) también tienen una incidencia en la rentabilidad de las compañías al conseguir un incremento en las frecuencias de ciertos pasajeros.
Volviendo a los aspectos más esenciales de la rentabilidad de las compañías aéreas, es importante considerar la gestión de costos y eficiencia, donde hay tres elementos que destacan sobre los demás:
El combustible, con la implementación de estrategias para reducir su consumo. El mantenimiento de la flota, que evita los costos derivados de imprevistos, retrasos o incluso inactividad e indemnizaciones. Y la adecuada gestión de los costos laborales, incluyendo la formación y planificación de horarios acorde con la operatividad de las rutas que forman parte de la estrategia de la compañía aérea.
Si subimos un nivel, corporativamente hablando, es importante para su rentabilidad que las compañías formen parte de alianzas globales, lo que permite ampliar la red de rutas y ofrecen más opciones a los pasajeros. En los casos en que esto no sea posible, la colaboración con otras aerolíneas para realizar vuelos compartidos y ofrecer más conexiones es una práctica muy interesante.
En la rentabilidad de las compañías aéreas la tecnología y la innovación juegan también un papel relevante. Actualmente no es concebible, por ejemplo, que cualquier compañía no utilice sistemas avanzados de gestión de reservas, no solo por lo que supone de facilitar el acceso a la oferta por parte de los pasajeros potenciales, sino por la eficiencia que supone para la propia compañía. Igualmente, son esenciales la implementación de tecnologías digitales para mejorar la eficiencia operativa y la experiencia del cliente (como aplicaciones móviles para el check-in, seguimiento de equipaje, personalización de la información al pasajero, etc.).
Para terminar este repaso, hay que considerar la necesidad de que las compañías aéreas también aborden prácticas sostenibles, como la reducción de emisiones de carbono, el uso de combustibles sostenibles y la gestión eficiente de residuos. Posiblemente no tenga una relación directa que afecte de forma sensible a la rentabilidad o eficiencia de la compañía, pero su repercusión sobre el prestigio de la marca es innegable en el contexto actual.
En efecto, no hay un criterio único que permita dilucidar cuáles son los las líneas aéreas más rentables y las menos. Se trata de un tema circunscrito al plan de negocio de las compañías y a su gestión por parte de los responsables. Lo que sí es evidente es que la combinación de las estrategias que hemos comentado permite a las compañías aéreas adaptarse a un entorno competitivo y cambiante, maximizar sus ingresos y mantener altos niveles de satisfacción de los pasajeros, su principal cliente… aunque no el único.