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Vuelos Low Cost, ¿ángeles o demonios?

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Antonio Rodríguez-Laiz

AERTEC / Marketing & Communication

¿Quién no ha viajado en una compañía aérea de bajo coste? Bien sea por propia elección o por disponibilidad, seguro que alguna vez todos lo hemos hecho. Hay quienes abominan este tipo de concepto en el transporte aéreo mientras que, por el contrario, muchos lo defienden como un nicho de mercado necesario para el desarrollo de la propia aviación y de otros sectores económicos en todo el mundo.

Las cifras son elocuentes. En el último año hubo algo más de 2.200 millones de asientos low cost en todo el mundo, que se reparten en unas 175 líneas aéreas, que operan en todos los rincones del mundo. Suponen algo más de un tercio de los pasajes que se venden globalmente cada año.

Más allá de cada experiencia individual, las compañías aéreas de bajo coste han democratizado el acceso al transporte aéreo, contribuyendo significativamente al crecimiento del turismo global.

Sin duda, las compañías aéreas de bajo coste (low cost) tienen una influencia significativa en el auge del turismo, especialmente en las últimas dos décadas. También el turismo ha sido, y es, el principal revulsivo para ese nicho de mercado del transporte aéreo.

Muchos aeropuertos que antes estaban estancados en su crecimiento, ahora, gracias a este tipo de vuelos, florecen económicamente, enriquecen su entorno y generan muchos puestos de trabajo. Es más que evidente el nexo de unión entre turismo y el concepto Low Cost, donde se incluyen no solo los vuelos, sino la oferta disponible en destino (hoteles, restauración, moda u ocio).

Si no hubiese existido el concepto de vuelos de bajo coste, el esplendor actual del turismo, especialmente el internacional, sería inconcebible. Hace unas décadas no era factible pensar en una escapada de fin de semana de una esquina a otra de Europa, por poner un ejemplo. Pero hoy se fletan aviones completos con personas que lo han tomado casi como una costumbre.

Si analizamos el porqué del auge de la oferta de vuelos de bajo coste, en primer lugar, se trata de una cuestión de accesibilidad y asequibilidad, dado que suponen una reducción drástica en el precio de los pasajes aéreos, haciéndolos accesibles para un mayor número de pasajeros. Esto ha facilitado que más personas puedan permitirse viajar, tanto a nivel nacional como internacional. Las tarifas bajas han hecho que ir en avión sea una opción viable no solo para los viajeros de negocios y con alto poder adquisitivo, sino también para familias, estudiantes y personas con presupuestos limitados.

Una primera consecuencia ha sido la estimulación de nuevos mercados, ya que las tarifas reducidas han alentado la demanda de vuelos hacia regiones que anteriormente no eran tan accesibles. Como hemos comentado, el modelo de bajo coste ha incentivado a personas que normalmente no viajarían en avión a considerar el transporte aéreo como una opción viable para vacaciones y escapadas de fin de semana para conocer nuevos lugares que anteriormente, simplemente, no se contemplaban. Regiones que antes recibían pocos turistas, ahora experimentan un mayor flujo de pasajeros. Una práctica bastante más habitual de lo que pensamos es que los ciudadanos elijan el destino de una escapada en función de las tarifas de los vuelos a diferentes destinos. Esta práctica era inexistente hace unos pocos años.

Por su parte, desde el punto de vista de las compañías aéreas, este modelo ha supuesto la posibilidad de expandir las rutas e incrementar su conectividad.

Las líneas aéreas de bajo coste han inaugurado numerosas rutas a destinos que no eran servidos por las aerolíneas tradicionales. Esto ha llevado a un aumento en la conectividad aérea y ha facilitado el acceso a destinos secundarios y terciarios. La consecuencia más inmediata ha sido que ciudades y regiones que antes no eran populares se han convertido en nuevos puntos de interés turístico gracias a la disponibilidad de vuelos directos y asequibles.

También se ha producido un incremento en la frecuencia de los vuelos, incluso con tarifas diferentes en función del momento del día, lo que ofrece más flexibilidad a los pasajeros en términos de horarios y opciones de viaje.

Todo esto se pone de manifiesto en un más que evidente cambio en el comportamiento de los viajeros. Por ejemplo, los bajos costos han llevado a un modelo en el que hay más personas realizando viajes cortos y frecuentes en lugar de un solo viaje largo al año, como era lo propio hace unas décadas. Las escapadas de fin de semana y los viajes de última hora se han vuelto más comunes gracias a la flexibilidad y asequibilidad de las aerolíneas de bajo coste.

Los pasajeros ahora tienen la opción de explorar una mayor variedad de destinos y experimentar diferentes culturas y entornos. Esto ha llevado a una diversificación en las preferencias de viaje y en las experiencias turísticas.

El impacto económico de esta nueva cultura del viaje en avión en los destinos turísticos se refleja en un aumento de la oferta turística y en un desarrollo de las infraestructuras. El incremento del turismo ha llevado a un crecimiento económico en muchos destinos, beneficiando a sectores como la hostelería, la restauración, el comercio minorista y los servicios locales. Los destinos que experimentan ese mayor flujo de turistas ven a su vez la oportunidad de desarrollar infraestructuras turísticas adicionales, creando más empleos y oportunidades de negocio.

En el ámbito del transporte aéreo, la demanda generada por las aerolíneas de bajo coste ha incentivado la expansión y modernización de muchos aeropuertos, especialmente en destinos secundarios, lo que se traduce en una mejora de la capacidad y la eficiencia del transporte aéreo.

Como cualquier otro sector en desarrollo, su propia evolución genera una serie de desafíos y consideraciones que es necesario tener presentes desde el punto de vista estratégico con el fin de mitigar reacciones adversas.

La popularidad de ciertos destinos, por ejemplo, puede llevar a la saturación, lo que puede tener efectos negativos en las infraestructuras aeroportuarias en cuanto a capacidad y calidad de los servicios. También la competencia entre líneas aéreas de bajo coste, entre sí o con las tradicionales, ha llevado en más de una ocasión a una presión sobre los márgenes de beneficio, lo que puede ser un riesgo para la viabilidad de algunas compañías.

No cabe duda de que las líneas de bajo coste han innovado en sus modelos de negocio, siendo las más ágiles en la incorporación de servicios personalizados y escalables para los pasajeros. Ha sido una cuestión de necesidad. Todo ello, además, no hubiera sido posible sin una digitalización y optimización operativa que comparativamente ha lastrado más a las compañías tradicionales, más grandes y en general más lentas en la toma de decisiones.

Las aerolíneas de bajo coste han democratizado el acceso al transporte aéreo, contribuyendo significativamente al crecimiento del turismo global. Han ampliado la conectividad, estimulado nuevos mercados, y cambiado el comportamiento de los viajeros. Sin embargo, su impacto también presenta desafíos que requieren una gestión cuidadosa para asegurar un desarrollo turístico sostenible y equilibrado.

 

AERTEC Low Cost travels and tourism

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