Desde los primeros esfuerzos del ser humano por levantar el vuelo, la innovación ha sido una constante. Si lo pensamos bien, nada más el hecho en sí de enfrentarnos a la naturaleza del vuelo, para el que no fuimos diseñados, ya es un ejercicio de innovación.
Si bien en los primeros tiempos los retos iban orientados a batir marcas tales como velocidad, altura, capacidad o autonomía, con el tiempo las prioridades cambiaron. De hecho, los valores que antaño anteponían las compañías en su competición por el mercado estaban preferentemente relacionados con temas de carácter casi exclusivamente técnico.
El sector aeroespacial ha asumido desde hace muchos años un compromiso firme y constante por la sostenibilidad como parte de los valores ESG, siendo algo que ya aporta beneficios claros a su entorno.
Sin abandonar aquel enfoque, actualmente las empresas del sector aeroespacial también velan por otros valores que van más allá de sus propias capacidades tecnológicas y técnicas. Ahora se trata de avanzar en sus políticas ambientales, sociales y de gobierno.
En 2004, Kofi Annan, en aquel momento secretario general de las Naciones Unidas, solicitó a las principales instituciones financieras que se asociaran con la ONU para identificar iniciativas para integrar las preocupaciones ambientales, sociales y de gobernanza en los mercados de capitales y las instituciones de inversión globales. A raíz de esa solicitud, el Banco Mundial llevó a cabo la conferencia “Who Cares Wins” en 2005 para examinar el papel de los indicadores sociales y de gobernanza. Se les comenzó a conocer como valores ESG (Environmental, Social and Corporate Governance).
Lo que inicialmente estuvo dirigido a empresas del sector financiero evolucionó hasta convertirse en una tendencia global para la valoración activa de las marcas. El gobierno ambiental, social y corporativo (ESG) es una evaluación de la conciencia colectiva de una empresa sobre los factores sociales y ambientales. Esto se está aplicando tanto en el contexto interno de las compañías como en los servicios, soluciones o productos que ofrecen a sus clientes. En el sector aeroespacial también.
La sostenibilidad es un término que originalmente se utilizó en la lucha para salvar el planeta, pero hoy se ha transformado en un término genérico para cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza. Los ciudadanos, los medios de comunicación, los colectivos de usuarios, los reguladores o los gobiernos están poniendo el foco en las propias empresas y, además, exigiendo acciones claras en este sentido.
Por su parte, el sector aeroespacial ha asumido desde los inicios del presente siglo un papel relevante en valores ESG en diversas áreas. Un claro ejemplo es el trabajo desarrollado desde hace años en mejorar la eficiencia de las aeronaves, optimizando materiales, gestionando de forma más eficaz los procesos y reduciendo globalmente sus emisiones, tanto como industria, como en lo relativo al propio funcionamiento de las aeronaves y, consecuentemente, en el transporte aéreo. Aún queda mucho camino por andar, pero los resultados son evidentes porque una de las claves de este enfoque es la constancia en la actitud de mejora.
En el sector aeroespacial hay diversos retos que serán clave en los próximos años sea cual sea el campo específico de desempeño de la empresa (fabricante, cadena de suministro, operador, gestor aéreo, aeropuertos, etc.). El compromiso de las empresas del sector aeroespacial es muy amplio en lo relativo a los valores ESG.
El factor ambiental (E), relativo a la toma de decisiones en función de cómo afectan las actividades de las empresas en el medio ambiente, suele ser el más evidente de puertas hacia afuera. Desde hace años, se puede constatar el avance persistente hacia una industria más respetuosa con el entorno, tanto en los materiales que se utilizan, el impacto de los procesos o los residuos generados. La digitalización también es, en su sentido más amplio, un concepto que está aportando mucho en este sentido.
El factor social (S), es el referente sobre la repercusión que tienen en la comunidad las actividades desempeñadas por la compañía, por ejemplo, en términos de diversidad, derechos humanos o aspectos sanitarios. Es un aspecto que atañe a la intimidad de la empresa y su relación con las personas, y en el sector aeroespacial se sigue la misma tendencia que en el conjunto de las empresas. Sin embargo, es de destacar el beneficio global que juega el transporte aéreo (tanto de las personas como de las mercancías) para la sociedad. Hoy en día no se entenderían la economía mundial, los negocios, el ocio, la atención médica, la asistencia en situaciones de emergencia o la colaboración internacional sin en transporte aéreo.
Por su parte, el factor de gobierno (G) valora el impacto que tienen tanto la estructura como las acciones administrativas de las empresas. Su mayor impacto, entre otros, es la transparencia.
Si nos centramos en el factor ambiental, que es el más llama la atención por sus implicaciones, entre los desafíos que contempla destaca especialmente el objetivo de la descarbonización del sector aéreo. Veamos, solo a modo de ejemplo, algunas líneas de trabajo que son especialmente destacables en este ámbito:
Utilización de combustibles más sostenibles.
Desde hace unos años se está fabricando una nueva generación de SAF (Sustainable Aviation Fuel) a partir de materiales reciclados tales como aceite de cocina o residuos biológicos. En comparación con los tradicionales combustibles fósiles, estos nuevos combustibles sostenibles pueden reducir las emisiones de CO2 en un 80%. Los desechos y residuos forestales o agrícolas forman parte de la producción de SAF, junto con los desechos sólidos urbanos (RSU) o las algas.
También se está trabajando en tecnologías (como los electrocombustibles) basadas en carbono procedente de gases residuales o captación directa de aire combinado con hidrógeno obtenido a partir de energías renovables y SAF.
Sistemas eléctricos.
La evolución de los sistemas eléctricos se ha orientado hacia dos objetivos específicos: electrificación de las aeronaves (MEA) y la propulsión eléctrica.
MEA (More Electric Aircraft) se refiere a la tendencia a incrementar los sistemas electrónicos de la aeronave, reemplazando los sistemas hidráulicos, mecánicos o neumáticos.
Por su parte, la propulsión eléctrica persigue que las aeronaves vuelen sin utilizar combustibles fósiles. De momento ya hay algunas compañías comerciales con aviones de pequeño tamaño para vuelos cortos que solamente realizan vuelos eléctricos. Seguramente este tipo de propulsión nunca llegará (al menos con los conocimientos y tecnología actuales) a los grandes reactores, pero todo lo que se pueda progresar en este sentido para las aeronaves más pequeñas, será un buen avance.
Propulsión híbrida-eléctrica
Se refiere a los sistemas de propulsión que combinan motores a reacción convencionales y motores eléctricos. Según las líneas de trabajo actuales, hay varias tendencias, entre las que cobran interés dos de ellas: Por un lado, el aporte de un empuje adicional en el despegue (segmento corto de vuelo de alto empuje) por parte de los motores eléctricos que dejan de operar durante el vuelo de crucero.
Por otro lado está el desarrollo de sistemas de propulsión híbrido-eléctricos que permiten el ahorro de combustible durante secciones largas de vuelo de crucero de bajo empuje.
El hidrógeno como combustible
Todavía quedan muchos desafíos por superar, pero el hidrógeno promete energía abundante, limpia y sostenible, siendo el vapor de agua su único subproducto.
En los últimos años ha habido un progreso considerable en la tecnología de celdas de combustible de hidrógeno y, de hecho, hay un esfuerzo significativo en la Unión Europea para apoyar el avance del hidrógeno para la aviación.
Una ventaja reseñable del hidrógeno almacenado en el avión es que permite ser utilizado también como fuente de energía eléctrica diferentes a la propulsión. En este sentido, la generación distribuida de energía eléctrica a lo largo del fuselaje del avión, empleando pilas de combustible alimentadas por hidrógeno, es una de las características más importantes de esta tecnología.
La sostenibilidad en el entorno aeroportuario
Por su parte, los aeropuertos van en la misma senda. La ACI (Airports Council International) puso en marcha en 2009 en Europa la Airport Carbon Accreditation (ACC), orientada a fomentar y dinamizar las acciones emprendidas por los aeropuertos para reducir las emisiones de carbono a la atmósfera. Hoy en día ya son más de 400 los aeropuertos adheridos a este compromiso en 86 países, y que suponen el 49,5% del tráfico global de pasajeros en el mundo. Para ampliar este epígrafe, puede leer el post Aeropuertos y la lucha contra el cambio climático, en este mismo blog.
En definitiva, lejos de las voces que señalan con el dedo al sector de la aeronáutica y el transporte aéreo como altamente contaminantes, es justo señalar que los esfuerzos emprendidos en los años 90 del siglo pasado por mejorar la sostenibilidad de este sector ya son patentes. El incremento de la eficiencia de las aeronaves, la utilización de nuevos materiales, la optimización de los combustibles, la investigación sobre nuevas fuentes y otras muchas líneas de trabajo han conseguido incrementar en más de un 30% la sostenibilidad global del sector. Y, como ya hemos repasado, todavía queda mucho camino por andar.