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Vuelos más seguros

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Francisco García García

AERTEC / Aerospace Industry - Manufacturing Engineering

Son las 5:30 de la mañana, voy camino del aeropuerto en un taxi, hoy tengo que volar. En la radio escucho las últimas noticias sobre la evolución global por la COVID-19. Entre otros, se ha puesto en el punto de mira la seguridad de la salud en los vuelos, tanto nacionales como internacionales, y yo de camino.

Mientras voy llegando empiezan a aparecer las luces encendidas al fondo, y voy pensando… el transporte aéreo está considerado uno de los medios de transporte más seguros. Los operadores aeroportuarios y las compañías aéreas han puesto en marcha toda la normativa y recomendaciones elaboradas por las administraciones competentes, las sociedades científicas, incluso por las propias compañías de aviación. Se han ido abordando soluciones a todo tipo de circunstancias con el fin evitar los contagios en el aeropuerto, desde llegadas escalonadas, controles, accesos restringidos, cierre de algunas zonas comunes, incluso pruebas médicas en algunos aeropuertos. Además de cumplir con las normas básicas, de distancia social, uso de mascarillas e higiene de manos, se han renovado los sistemas tecnológicos de Check-in, embarque y facturación, para minimizar los contactos, pero ¿qué pasa con el miedo al contagio dentro de la cabina del avión?

La configuración de la cabina de los aviones y las prácticas impuestas por las compañías aéreas permiten afirmar que volar es bastante seguro en tiempos de pandemia.

Para valorar este tema, hemos de tener en cuenta las condiciones excepcionales que rodean un vuelo en este sentido. Pensemos que la atmósfera que rodea a la corteza terrestre está compuesta por diferentes capas, la capa más interna donde habitualmente vivimos es la troposfera, que se extiende hasta los 10000-15000 m de altura por encima del nivel del mar. Los aviones comerciales actuales vuelan dentro de esta zona. A partir de los 3000 m de altura el descenso de la presión barométrica produce una hipoxia ambiental, por lo que es necesario el uso de oxígeno suplementario.

En general, los aviones comerciales vuelan en torno a los 9000 y 12200 m, por lo que el ambiente resulta irrespirable. Por este motivo, los aviones deben suministrar aire dentro de cabina. Este aire debe ser presurizado, es decir incrementar su presión con respecto al exterior, tomando el aire ambiente y comprimiéndolo, para luego reinsertarlo en la cabina.

En el exterior la temperatura baja aproximadamente 2ºC por cada 300 m de altitud, por lo que el aire de cabina también debe ser calentado antes de introducirlo en cabina. Debido a estos procesos de salto térmico, el aire es estéril. Además, tiene un bajo contenido en humedad (5%), lo que constituye otro factor ambiental que reduce la proliferación de gérmenes en suspensión.

Además de los problemas derivados de los cambios en la presión barométrica, el ambiente exterior a esas alturas plantea otro hándicap: la concentración de ozono que se incrementa con la altitud. Este gas resulta tóxico para el sistema respiratorio, por lo que para controlar este problema y disminuir su concentración, los aviones tienen instalados catalizadores de ozono. A su vez, el ozono es un germicida extremadamente efectivo contra virus y bacterias.

Como complemento, se le suma aire reciclado de la propia cabina. La mayoría de los aviones comerciales recirculan por completo el aire dentro de cabina, aproximadamente cada 3 o 4 minutos, para mejorar las condiciones de humedad ambiental y de eficiencia energética. Este aire pasa por un proceso de higienización, es filtrado para retener partículas menores de 0,3 µm de diámetro mediante filtros de carbono activo alta eficiencia (HEPA) similares a los que se colocan en los quirófanos hospitalarios. Este sistema se considera efectivo para retener, además de las partículas en suspensión, bacterias, hongos e incluso virus eliminados durante el habla, accesos de tos y estornudos.

Además, existe un diseño específico de la circulación interior del aire que le aporta más seguridad y confort. El sistema de ventilación de la cabina origina flujos de aire en sentido vertical descendente, es decir, sale de la parte superior y se recoge por debajo, por lo que no se desplaza aire hacia adelante o hacía atrás, no se comparte aire entre pasajeros y genera una mayor eficacia en su renovación.

En resumen, se puede decir que la utilización de filtros adecuados, los procesos que se ponen en marcha para el acondicionamiento del aire de la cabina y su correcta renovación, disminuyen de forma clara el riesgo de infección por concentración.

Si a todo ello se le unen una serie de prácticas, como las ya emprendidas por la mayoría de las compañías, en lo relativo al uso de mascarillas durante todo el vuelo, la eliminación del catering a bordo en vuelos cortos, la distribución del pasaje (cuando hay posibilidad de hacerlo), o el mantenimiento del aire acondicionado durante las paradas, las barreras impuestas al contagio son muy efectivas.

Es por todo ello que el riesgo en cabina se reduce a situaciones similares en tierra, entre dos personas con mascarilla al aire libre a dos metros de distancia.

Así que hoy… volamos.
 

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