De todos son conocidas las dos grandes iniciativas privadas que, desde no hace muchos años, vienen impulsando de forma eficiente la industria aeroespacial y que ya son mundialmente famosas: Blue Origin y Space X. Son las dos más conocidas, pero hay que decir que tan solo son las compañías más famosas en un mundo donde cada vez hay más emprendimiento empresarial, tanto privado como de carácter público-privado, que hace que este sector sea sin duda uno de los más prometedores y que más recorrido tendrá en el siglo XXI. Un indicador de este hecho es la gran multitud de starts-up que han surgido en las últimas décadas en el sector aeroespacial, muchas de ellas apoyadas por los gobiernos de sus países de origen.
Un proyecto con gran ambición y un presupuesto contenido, que ha demostrado que la carrera espacial se puede abordar de una forma diferente.
Aunque no tan conocida como las dos iniciativas mencionadas, un buen ejemplo de ello es SpaceIL, organización privada sin ánimo de lucro que, naciendo casi de la nada, obtuvo en poco tiempo grandes logros. Quien iba a decir a estos tres ingenieros israelíes que su idea innovadora iba a llegar tan lejos. En efecto, Yariv Bash, Kfir Damari y Yonatan Winetraub fueron los promotores de una iniciativa que presentaron a un concurso internacional, el llamado Premio Google Lunar X, que daba una recompensa de 30 millones de dólares USA en premios con dos objetivos: lograr ir a la luna de una manera más fácil con modelos de negocio de largo plazo centrados en el transporte lunar y, por otro, inspirar a la siguiente generación de científicos, ingenieros y emprendedores en las disciplinas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
Tras su presentación al concurso, SpaceIL empezó a tener financiación privada casi desde su comienzo y obtuvo el interés de las administraciones israelíes, consiguiendo para su desarrollo técnico el apoyo de la Agencia Espacial Israelí y otras entidades públicas de dicho país.
Para su desarrollo, el proyecto duró relativamente poco tiempo. Si bien el premio Google Lunar X quedó desierto, ya habían conseguido los suficientes apoyos y continuaron obteniendo la financiación suficiente como para plantear el lanzamiento para el 2019.
El lanzamiento, contratado curiosamente a SpaceX, se realizó el 21 de Febrero de 2019. Dentro de la lanzadera Falcon 9 iba como carga secundaria- junto a otros dos satélites- el módulo lunar de aterrizaje que fue bautizado como “Bereshit” (Génesis, en hebreo), de unos 585 kilogramos de peso y aproximadamente dos metros de diámetro. Parte de su carga fue una cápsula con discos digitales con dibujos de niños, canciones e imágenes de símbolos israelíes y una Torá (Biblia hebrea).
Desgraciadamente, una serie de imprevistos provocaron que el módulo espacial se estrellara en la luna muy poco antes de conseguir alunizar. Tras la oportuna investigación, la empresa informó de que se debió a un problema en el funcionamiento del motor principal, el cual habían tratado de resetear y reiniciar sin llegar a hacerlo a tiempo para lograr evitar el desastre.
Si bien no logró el alunizaje, el balance final de esta aventura fue muy provechoso y está lleno de logros.
Por un lado, SpaceIL fue la primera compañía privada que orbitó la luna y tocó la superficie lunar, siendo un ejemplo más de la irrupción de la iniciativa no pública en el mundo de la exploración espacial.
De igual modo, su origen israelí hizo que este país se convirtiera en el séptimo en orbitar la luna, tras Rusia, Estados Unidos, Japón, China, la Unión Europea e India. Además, hizo que Israel fuera igualmente el cuarto país en intentar un alunizaje suave sobre la superficie lunar, aunque no lograra hacerlo de forma controlada.
Desde el punto de vista de los recursos, son destacables tanto el reducido presupuesto que usaron, que no llegó a los 100 millones de dólares, como el exclusivo grupo de cincuenta ingenieros que diseñaron el módulo. Fue un enfoque muy novedoso que hizo mucho más económica la aventura lunar que las de todos los países que lo habían hecho hasta la fecha. La eficiencia de los pocos recursos empleados hizo la aventura muy rentable desde el punto de vista de la repercusión mediática y nacional, al haber puesto a una empresa israelí dentro del grupo de los países con capacidad para la exploración espacial.
No hemos de olvidar tampoco la repercusión social que tuvo el evento. Se ha calculado que el 90 por ciento de la población israelí siguió el intento de alunizaje en directo por internet, aparte de millones de aficionados en todo el mundo. Y en especial la repercusión que tuvo en muchos miles de niños, ya que desde sus inicios el proyecto tuvo una gran orientación educativa y se dedicaron recursos materiales y personales para que el proyecto de SpaceIL también tuviera gran trascendencia como proyecto pedagógico.
El futuro se planteaba muy optimista, pues apoyada por el gobierno israelí, SpaceIL ya empezó a planificar una segunda misión para ir a la luna. Así lo anunció en abril de 2019 Morris Khan, multimillonario sudafricano y principal financiador de SpaceIL. Sin embargo, en junio de aquel mismo año la empresa sacó un comunicado en el que anunciaba que este segundo intento no se llevaría a cabo y que, previsiblemente, aprovecharía los conocimientos adquiridos para otra misión más ambiciosa.
Otros países con recursos, entre ellos la mayoría de los países europeos, deberían plantearse más seriamente llevar a cabo la promoción y mecenazgo de proyectos similares. La carrera espacial está ahora en una nueva y apasionante etapa donde nuevos actores van a convertirse en grandes protagonistas. Y ya sabemos que los innumerables recursos y oportunidades que va a dar el espacio serán accesibles a las naciones que tengan la capacidad, experiencia y tecnologías desarrolladas al efecto. O estás, o no estás.
Que estas geniales iniciativas se conviertan en musas inspiradoras de la humanidad para la genial obra que será la conquista del sistema solar.