Las fuerzas aéreas tratan de reducir la vulnerabilidad de sus aviones intentando hacerlos menos visibles al enemigo. Antes de la Segunda Guerra Mundial se usaba la pintura mimética para soslayar los medios de detección visual del enemigo, pero desde entonces, el radar se ha convertido en el método principal de detección de aviones, localizándolos a kilómetros de distancia.
La eficacia de los medios aéreos en cualquier conflicto bélico pasa, entre otras capacidades, por evitar su detección. Por el contrario, el enemigo trabajará en las oportunas contramedidas.
La tecnología de baja observabilidad intenta camuflar los aviones al radar, enviando un haz focalizado de radiación electromagnética. Parte de ella es reflejada por el avión volviendo a la antena de radar. Esta energía reflejada determina lo que el radar puede ver y lo que no.
En la Segunda Guerra Mundial los bombarderos lanzaban delgadas tiras de láminas de aluminio llamadas chaff, que llevadas por el viento formaban enormes nubes en las pantallas de radar enemigas. Esto impedía averiguar la situación precisa de los bombarderos atacantes.
En los años 50 los avances de tecnología del radar permitieron ver a través de estas nubes, así que se recurrieron a las interferencias electrónicas. En los aviones se embarcaron contramedidas electrónicas que podían emitir señales falsas que cegaban a los radares oscureciendo las señales reflejadas con señales más fuertes. Cada nueva tecnología siempre ha provocado la aparición de una contramedida.
El misil señuelo Quail en los 60 proponía otro sistema. Aprovechaba el hecho de que la visibilidad de un avión al radar estaba determinada más por su forma que por su tamaño. Formas como los ángulos rectos concentran las señales de radar y las reflejan intensamente. De esta forma el Quail aparecía en las pantallas de los operadores enemigos con el mismo tamaño que un bombardero B-52. Dichos aviones lanzaban varios Quail con rumbos falsos para confundir al enemigo acerca del número y la situación de los atacantes.
Y si el Quail podía aparecer más grande en el radar de lo que realmente era, tal vez podría configurarse un avión para que su imagen prácticamente desapareciera. Esta idea llevó a la tecnología de baja observabilidad denominada popularmente stealth o furtiva.
Actualmente se habla de que aviones furtivos como el Northrop Grumman B-2 Spirit o el caza Lockheed F-117 pueden ser detectados por el nuevo radar ruso Rezonans NE. También es capaz de hacerlo el avión chino KJ-600, un turbohélice equipado con un radar Active Electronically Scanned Array (ASEA) o de barrido electrónico que emite ondas de radio de diferentes frecuencias alternadas rápidamente.
Sin duda, una vez deducida la tecnología de detección, los ingenieros diseñarán nuevos sistemas para tratar de burlarla. El objetivo será siempre el mismo, para unos ver y para los otros no ser vistos.