Cuando pensamos en los residuos que se generan en un aeropuerto, puede que nos vengan a la cabeza algunos tales como los restos de aceites y grasas procedentes del mantenimiento de los aviones, o simplemente los que los propios pasajeros tiramos a la basura durante nuestro paso. Estos suelen estar bastante bien controlados, sobretodo en aquellos aeropuertos en los que hay un sistema de gestión ambiental implantado. Sin embargo, hay otros muchos residuos que suponen un reto para la gestión de residuos aeroportuarios, y quizá no nos hemos detenido nunca a pensar en ellos.
¿Qué puede hacer un aeropuerto si requisa más de una tonelada de material geológico (rocas) en tan solo seis meses?
Teniendo en cuenta los millones de personas en todo el mundo que pasan por los filtros para entrar en la zona de embarque, nos podemos imaginar la variedad de materiales que, por diversos motivos, son confiscados en este punto. ¿A quién no le han quitado alguna vez algún producto de higiene personal al pasar los controles de acceso? Como todos sabemos, la normativa actual obliga a los pasajeros de los aviones a deshacerse de los líquidos, cremas, geles y aerosoles de su equipaje de mano si no cumplen con determinados condicionantes, pero ¿qué se hace con todo ese material incautado?
Generalmente este material que ni siquiera deberíamos considerar residuos, se desechaba en contenedores, que eran precintados y su contenido destruido. Algunas asociaciones ecologistas llamaron la atención sobre esta mala práctica, ya que algunos de estos productos, como los aerosoles, deben ser segregados y gestionados de manera específica. Por otro lado, no nos olvidemos del valor que tienen muchos de estos productos, como pueden ser cremas o cosméticos, que podríamos considerar como artículos de lujo. Sin embargo, todo esto es complicado de gestionar para su reutilización, ya que sería necesario comprobar que el contenido de cada envase, contiene realmente lo que se especifica.
Parece difícil encontrar la solución a este problema, pero ya son bastantes los aeropuertos que lo están intentando mediante la firma de convenios con ONG o asociaciones para que estas se encarguen de segregar lo que realmente se puede utilizar y gestionar correctamente lo que no tenga garantías de poder ser aprovechado. Este es el caso del Aeropuerto de Menorca, en el que Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) firmó con Cáritas un convenio para gestionar los objetos que no cumplen con la normativa establecida. Sin embargo, incluso en estos casos, los beneficiarios se encuentran con materiales que no se habían planteado previamente y que suponen un reto para su gestión. Esto precisamente es lo que ha pasado en Menorca, aeropuerto en el que en el pasado año, en tan solo 6 meses (marzo-octubre de 2016) requisaron más de una tonelada, 1.193 kilos, de material geológico entre piedras, arena e incluso rocas, que los pasajeros intentaban llevarse de recuerdo en sus equipajes, procedentes de las playas que habían visitado. Esta práctica también está prohibida, ya que a gran escala, puede suponer un deterioro de los hábitats de los que proceden. En este caso, la solución ha sido clasificarlas por composición, color y tamaño y se están devolviendo a playas de la isla cuya geología es de características similares.
En mi opinión, este tipo de normativas que suponen la generación de miles de kilos de objetos en todo el mundo, deberían ir asociadas desde un primer momento a la implementación de una metodología para su gestión que permita su valorización, reciclaje o correcta eliminación de los mismos, en este orden, aunque como ya hemos visto, seguirán apareciendo materiales inesperados que supondrán un reto para ser correctamente tratados.