Todos hemos soñado alguna vez cómo sería el transporte de las personas en el futuro. Casi sin excepción hemos pensado en coches voladores y hemos estado esperanzados en poder verlos algún día fuera de la ficción de la gran pantalla, de hecho, el único lugar donde hemos podido verlos hasta ahora. La idea de volar con tu propio coche ha cautivado a la humanidad durante décadas y no son pocos los intentos que se han acercado al objetivo.
Hoy en día, los avances en el sector aeronáutico nos hacen tener más al alcance que nunca esta posibilidad. Tan sólo hay que repasar la evolución de esta industria para ver cómo se transforma la ciencia-ficción en realidad. Se trata de una propuesta apasionante para desarrollar la imaginación, aunque lo que no es tan conocido realmente es que la historia “aeromovilística” está cargada de ideas ambiciosas, conceptos e incluso pruebas reales con prototipos.
En el siglo XXI, el avance de la aeronáutica ha permitido innovar más que nunca con diferentes diseños, materiales, propulsión o sistemas de sustentación.
Son muchos los tipos de máquinas fabricadas con el objetivo de hacer historia en esta “carrera de ingenios”. Hace ya un siglo del primer intento: fue el Curtiss Autoplane en 1917, del aviador estadounidense Glen Curtiss, aunque no existe constancia de que alzara el vuelo. Pero en 1921, sí que lo consiguió el francés René Tampier, con su prototipo de mismo nombre. Estos modelos eran, prácticamente, unos biplanos con un sistema de hélices para propulsión en tierra, y unos auténticos peligros en carretera. Así comenzó este empeño.
Hubo más estilos a lo largo del siglo XX. Algunos inventores adosaron partes aeronáuticas a coches como ocurrió con el Hafner Rotabuggy en 1942, un híbrido de jeep y helicóptero. Otra línea de innovación similar fue la de aquellos que adosaban alas y cola a un coche que hacía las veces de fuselaje, como fueron los casos del Convair Model 118 en 1947, de la compañía Consolidated Vultee Aircraft Company y el Ave Mizar, creado por Advanced Vehicle Engineers en 1973. Estos dos últimos prototipos tuvieron experiencias traumáticas en algunos de los vuelos de prueba.
Otros inventores decidieron trabajar con una tendencia completamente diferente construyendo máquinas físicamente similares a platillos volantes tales como el Avrocar, presentado en 1958 por la compañía Avro Canada, y varias versiones de los MX de Paul Moller, a partir de 1965. Todos estos modelos tuvieron en común unas escasas prestaciones y dificultades en todo lo relativo al empuje y la estabilidad.
Una vez llegados al siglo XXI cambia el diseño pero no la intención. El avance de la aeronáutica ha permitido innovar más que nunca con diferentes diseños, materiales, propulsión o sistemas de sustentación. Se han desarrollado desde aparatos similares a pequeñas avionetas con alas plegables y tracción en sus ruedas, tales como las versiones del Aeromobil o el Terrafugia Transition, hasta estilos similares a pequeños helicópteros con tecnología VTOL (1) , como el Pal V One. También se ha continuado con la tendencia de adosar alas a coches, como se hizo con el Panoz Esperante en 2006. Los exitosos periodos de prueba de todas esta propuestas representan una sólida constatación de que cada día que pasa está más cercano el ansiado sueño.
No mencionaremos, por ser un concepto muy específico a la vez que diferente al de “coche-volador”, la multitud de propuestas que están surgiendo en torno al diseño de vehículos aéreos personales en los que se utiliza el concepto “dron”, pero que no están capacitados ni pensados para su circulación por carretera.
En la actualidad se ha conseguido mezclar los ingredientes aeronáuticos precisos con otros automovilísticos, para crear algunos prototipos espectaculares. Centrémonos en uno de ellos, cuyo diseño y prestaciones sobrepasan lo que hemos visto hasta ahora, y que fue presentado en el Salón del Automóvil de Ginebra de este mismo año. Se trata del prototipo de un híbrido coche-dron llamado Pop Up System, capaz de de rodar en asfalto como cualquier vehículo terrestre además de volar, despegar y aterrizar verticalmente. Parece “de película” pero ya es una realidad palpable, precisamente de la mano de la división Urban Air Mobility de AIRBUS, junto con Italdesign. Ambas empresas han colaborado para adelantarnos el futuro y darnos pie a imaginar el nuevo concepto de transporte.
Este prototipo consiste en una plataforma autónoma con batería propia para rodar en asfalto, sobre la que se acopla un habitáculo, también con batería individual, para 2 personas y, encima de éste, se adapta un dron independiente dotado con ocho rotores y cuatro motores alimentados por una tercera batería. Lo más curioso es que este vehículo sería autopilotado por inteligencia artificial, además de ser completamente eléctrico y capaz de compartir energía entre sus propias baterías, según las necesidades del vehículo. A sus 130 kilómetros de autonomía como coche se le suman otros 100 kilómetros de vuelo y, según AIRBUS, las baterías pueden ser recargadas en tan sólo 15 minutos.
Es un paso más, un salto conceptual respecto a intentos anteriores. En esta nueva generación, el juguete de Airbus se verá las caras con el Pal V Liberty, que espera ser presentado este mismo año, con el Terrafugia TF-X, previsto para 2021, con el misterioso Zee Aero, que se dejó ver en 2013, todos competidores directos en este tipo de mercado.
Quizás sólo sea otro “primer coche volador” pero la verdad es que cada vez estamos más cerca de poder aparcar en nuestra propia azotea. Tan sólo imaginar algo así causa ilusionantes inquietudes. Tecnológicamente ya estamos casi preparados, aunque aún con las asignaturas pendientes de optimizar las baterías y mejorar los sistemas de inteligencia artificial, además de invertir en infraestructuras para ayudar a asegurar la viabilidad del nuevo concepto.
Respecto a la regulación y legislación, no son tareas sencillas en absoluto. Por un lado, la aceptación en el uso de este tipo de vehículos requiere de un replanteamiento profundo de muchos temas concernientes a la navegación aérea, especialmente en las zonas urbanas. La compartición del espacio aéreo por multitud de vehículos supone asimismo la necesidad de regular los sistemas de control de las rutas, la definición de las mismas y su interacción con las ya existentes. Tengamos en cuenta que se trata de vehículos híbridos que en cualquier momento podrían pasar de un modo terrestre a otro aéreo y viceversa.
Por estos motivos, habría muchos asuntos que debatir para garantizar el bienestar y la absoluta seguridad de los usuarios y los no usuarios de este nuevo sistema de transporte. Además, habría que definir quién asume las competencias de regulación en cada caso y en cada escala, pues ya no se concentrarían las operaciones aéreas tan solo en entornos puntuales como los de cualquier aeropuerto y las correspondientes vías aéreas, sino que todo el entorno urbano (y extraurbano) sería susceptible de operaciones de este tipo.
En lo concerniente a la aceptación del público también sería un cambio significativo. Se trataría de un modo de transporte con una serie de parámetros tan atractivos como novedosos: sin contaminación, sin atascos, a demanda, más rápido y más personal. En su contra está la inseguridad que ocasiona un cambio de concepto de esta magnitud. No estamos acostumbrados a que la máquina sea quien ostente el control y costará trabajo hacerlo, a pesar de que todos tenemos en nuestra mente imágenes de ficción con ciudades donde se cruzan multitud de vehículos voladores personales.
En cualquier caso, conscientes del punto en el que estamos, va siendo hora de que dejemos de soñar y, por el contrario, despertemos y mentalicémonos de que ahora estamos más cerca que nunca.
(1) VTOL proviene del inglés “Vertical Take-Off and Landing” (Despegue y aterrizaje vertical).
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