Su aspecto nos recuerda a un avión, pero su cometido es el de un satélite. No termina de ser uno u otro, pero parece aunar las ventajas de ambos.
Los HAPS o seudo-satélites de alta altitud (por sus siglas en inglés, High Altitude Pseudo Satellite) son sistemas aéreos no tripulados que desarrollan sus misiones en el entorno de los 65.000 pies (unos 20.000 metros). También tienen una cualidad de gran interés: su capacidad para volar ininterrumpidamente durante varias semanas, incluso de forma permanente en condiciones óptimas.
Los HAPS han puesto encima de la mesa un dilema para algunos gobiernos y empresas. No es un avión, tampoco es un satélite, pero se comporta como ambos.
Este tipo de aeronaves son idóneas para las denominadas misiones de “persistencia local”, centrándose en una zona específica de interés (que puede tener una amplitud de centenares de kilómetros) y proporcionando servicios de forma ininterrumpida. En función de los sistemas que porten, pueden ejercer como espías, centros de comunicaciones, pueden actuar como vigilantes medioambientales o desarrollar decenas de otras tareas diferentes. La única limitación que tienen es la carga de pago de la aeronave, que es lo que condiciona el peso del equipamiento que se puede llevar.
Uno de los HAPS más conocidos y avanzados está siendo desarrollado por Airbus Defence & Space y responde al nombre de Zephyr. En su inicio, este proyecto fue puesto en marcha por la empresa británica QinetiQ (nacida en 2001 del Laboratorio de Investigación para la Defensa del Gobierno del Reino Unido), aunque Airbus se hizo cargo del programa en el año 2013.
Ya en el año 2014, Airbus voló por primera vez el Zephyr a una altitud de casi 19.000 metros sobre el desierto de Dubái durante seis ciclos completos noche/día. A este vuelo siguieron otros muchos en los que se sometió a la aeronave a diferentes condiciones de altitud, meteorología y horas de sol. Esto es importante dado que la fuente de energía de la que se nutre el Zephyr es, precisamente, el Sol. Sus alas están recubiertas de células solares fotovoltaicas que son las que permiten cargar las baterías y que los motores funcionen. Las pruebas en condiciones invernales, con días muy cortos, fueron igualmente un éxito, llegando a mantener la nave en el aire hasta 11 días seguidos en entornos poco favorables.
El atractivo de un sistema aéreo no tripulado que es capaz de volar de forma casi ininterrumpida en el borde externo de la atmósfera es evidente. Por un lado, es indudablemente seductor para las fuerzas de seguridad por la eventual capacidad de disponer de un puesto de observación a esa altitud que permita la vigilancia de forma continuada proporcionando inteligencia crítica.
Igualmente, y desde el punto de vista civil, hay varios campos que son especialmente interesantes: la vigilancia ambiental, la agricultura de precisión, seguridad y las telecomunicaciones. Precisamente, la posibilidad de ofrecer Internet a zonas remotas es uno de los principales argumentos para las empresas que están desarrollando este tipo de aeronaves.
El Reino Unido ha sido el primer gobierno que ha adquirido estos sistemas de Airbus. En principio, tras haber comprado un primer ejemplar hace dos años, se han confirmado dos unidades adicionales con un precio estimado de unos 14 millones de euros, lo que representa un ahorro muy importante frente al uso de satélites para el mismo cometido.
Los HAPS han puesto encima de la mesa un dilema para algunos gobiernos y empresas. Optar por un sistema aéreo que permita desarrollar actividades que hasta ahora eran encomendadas a los satélites, pero a un coste muy inferior, no deja de ser un atractivo evidente.
Sin embargo, los sectores dedicados a la fabricación y el lanzamiento de satélites tampoco se han quedado atrás y los costes no son los de hace una década. Ni mucho menos. La entrada en el mercado de empresas privadas que compiten directamente con los grandes fabricantes ha cambiado las reglas del mercado. En este momento existen en el mercado varios centenares de empresas y centros de investigación que construyen microsatélites en los que se emplean componentes convencionales y cuya funcionalidad se amolda a las exigencias de los potenciales clientes. El concepto cubesat es un exponente claro de esta tendencia.
De igual forma, ya no solo las grandes agencias espaciales están capacitadas para poner satélites en órbita, sino que un buen número de empresas están poniendo en marcha sistemas de lanzamiento de bajo coste. Y no olvidemos la apuesta de grandes empresas (Blue Origin, Space X) por el diseño de sistemas para la recuperación de lanzaderas.
En realidad, lo que nos encontramos por delante es un escenario muy diferente al de hace unos pocos años. Las posibilidades son muchas y variadas. Y con precios muy competitivos.
En este contexto es en el que cobra vida el programa Zephyr. No es un avión, tampoco es un satélite, pero se comporta como ambos. Su precio también es inferior al de ambos. El objetivo que se han marcado es operar bajo un presupuesto inferior a los 900 euros por cada hora de vuelo.
Se trata de una opción que tener en cuenta y de la que oiremos hablar, y mucho, en los próximos años.