Un wearable es una computadora corporal o computadora vestible. Para que sea considerado como tal debe cumplir dos características: lo puedes llevar puesto durante un periodo prolongado incrementándose la experiencia de usuario y debe poseer circuitería propia con conectividad inalámbrica y capacidad de procesamiento independiente.
Aunque es un concepto que lleva dando de qué hablar varias décadas, para muchos de los mortales el término “wearable” así a secas no sugiere nada. Para otros muchos ha empezado a sonar hace relativamente poco. En cambio para la comunidad Geek es un viejo conocido. Dentro de poco será tan común como un Smartphone o una Tablet.
Lo cierto es que hay industrias que llevan trabajando en esto hace ya muchos años y ya se aprecian avances considerables en el ámbito industrial con fábricas y centros logísticos inteligentes con operarios haciendo uso de tecnología HUD (Heads-up displays) mejorando la gestión y los ciclos de fabricación, o en el militar como el FFW (Future force Warrior) de US por citar alguno.
En la industria aeroportuaria y más concretamente en la explotación también hay movimiento. Copenhagen ha iniciado recientemente los tests para el uso de gafas con tecnología HUD por su personal de atención al cliente para comunicarse internamente entre ellos, para atender a pasajeros en múltiples idiomas, y como herramienta de consultas a base de datos para atender peticiones de los pasajeros en tiempo real mientras conversan con ellos.
Repasando la trayectoria de estos aparatos, en la década de los 80 empezó a tomar forma con algún prototipo muy rudimentario pero sofisticado para la época. Una prueba de concepto, nada más.
En los 90 ya empezó a aparecer algún reloj computadora o unas gafas que jugaban con la realidad aumentada superponiendo un mundo virtual a nuestra visión. El mercado seguía sin aceptar este tipo de dispositivos por su coste y aparatosidad.
Durante la primera década del nuevo siglo, la telefonía móvil se adentró en nuestras vidas y parece que llegó para quedarse por mucho tiempo. Los grandes fabricantes iniciaron entonces una batalla fratricida junto con los operadores de telefonía para ganar cuota de mercado catapultando todo un desarrollo tecnológico en torno a la telefonía y las telecomunicaciones, donde lo más cool era quien tuviera el terminal más pequeño. El wearable seguía intentando emerger pero tímidamente y sin éxito a través algo como un reloj-móvil. Había que seguir intentándolo.
Hoy día, el desarrollo tecnológico ha permitido llevar más potencia a un terminal móvil de la que teníamos hace 5-10 años en un PC avanzado. Pantallas multitáctiles con resoluciones inapreciables para el ojo humano, cámaras, acelerómetros, giroscopios, barómetros, sensores dactilares y de proximidad, GPS, wifi, 4G, NFC, RFID,…, la lista no termina. Curiosamente, ahora lo más cool es tener un phablet conectable a todo y si es grande mejor.
Pero ¿dónde queda el wearable?
Bueno, centrándonos en el consumo masivo, a día de hoy sigue dando vueltas alrededor del Smartphone y parece que va a seguir siendo así, ya sea a través de un Gear en forma de pulsera con sensores, en forma de gafas o de anillo. De mil formas, para controlar nuestro peso o nuestras constantes vitales, nuestros movimientos… De momento están para complementar al Smartphone. Básicamente porque lo necesitan. Necesitan de su potencia, de su conectividad y necesitan de su interface.
Es difícil adivinar el futuro de estos dispositivos, aunque creo que van perdiendo la batalla. Tal vez los gurús ya lo tengan claro mientras juegan con nosotros.
Mientras tanto, hasta que la tecnología no permita incluir toda la potencia de un Smartphone en un tornillo y los precios de estos dispositivos no bajen, un wearable seguirá dependiendo del Smartphone.
Tal vez entonces la industria aeroportuaria, las aerolíneas y las empresas de servicios que giran en torno a los aeropuertos se animen a imaginar, potenciar y estandarizar el uso de estos dispositivos para mejorar la experiencia del usuario. Tal vez con tarjetas de embarque inteligentes intraepidérmicas, o tal vez con señalética de realidad aumentada o megafonía personalizada.
Las grandes potencias de la industria están trabajando en crear wearables dignos de ser llevados con estilo, orgullo y distinción. De ser deseados. Fashionables para complementar una carencia de tecnología y de necesidad. Creo que a todos nos gustaría trastear unas Google Glass pero no sé si alguno se atrevería ir a trabajar con ellas y llevarlas todo el día puestas. Por eso están fichando a profesionales del sector de la moda como le ocurre a Apple con Tag Heuer y a Google con Ray-Ban y Oakley , por ejemplo.
Hasta que llegue ese día, el día que la potencia de un Smartphone quepa en un tornillo y que cualquier par de gafas pueda incorporar tantas o más capacidades que las Google Glass de manera inapreciable. Hasta que llegue ese día, no creo que veamos a un pasajero de a pie consultar información de vuelos o haciendo wayfinding hacia su puerta de embarque, área comercial o de ocio recomendada a través de dispositivos de este tipo. Es un mundo que acaba de comenzar. Démosle tiempo. Todavía está en el vientre materno.
Mientras tanto, siempre podremos descargarnos un App.