El transporte aéreo de pasajeros ha destacado siempre por el elevado estándar de seguridad que se exige en este segmento del mercado aeronáutico. No hay duda alguna de que la seguridad ha sido, y será siempre, uno de los aspectos primordiales para el desempeño de esta actividad.
En las circunstancias actuales, además de la protección de la integridad “física” de las personas, edificios, o instalaciones ha tomado fuerza el concepto de protección de la “salud” de las personas, o “bioseguridad”, entendiendo como tal al conjunto de normas, protocolos, tecnologías o prácticas que evitan el riesgo para la salud derivado de la exposición a agentes biológicos causantes de enfermedades infecciosas.
Hoy más que nunca, surge la necesidad de lograr que un pasajero se sienta seguro cuando viaja en avión, tanto en lo referente a su integridad física como en lo referente a su salud.
La “bioseguridad” es clave para poder recuperar lo antes posible el sector aéreo en su conjunto, sumido en una crisis sistémica provocada a su vez por una crisis sanitaria. Los datos de tráfico aéreo son realmente desalentadores: en los momentos más críticos de la pandemia (cierre de fronteras, confinamiento…) se constató un descenso superior al 90% sobre el registrado en periodos similares de años anteriores, según las estadísticas publicadas por EUROCONTROL, IATA, AENA y otros organismos internacionales.
La crisis sanitaria está teniendo un especial impacto en el sector turístico de los países del arco mediterráneo, donde los rebrotes han asfixiado prácticamente los leves síntomas de recuperación que se vislumbraban para la temporada veraniega. No olvidemos que el turismo es el principal generador de tráfico aéreo en todo el mundo.
Por ello, en aras de una rápida recuperación se podría plantear una estrategia cuyas líneas directrices serían las siguientes:
Primero, a corto plazo: adoptar y mejorar las medidas que eviten la propagación del virus.
El sector aéreo no debe ser “un coladero”. Hay que poner todos los medios posibles para que los aeropuertos no sean una vía abierta a la difusión internacional del virus. Todavía no se ha conseguido dominar la COVID-19, aunque todo parece indicar que pudiera ser vencida a medio plazo, cuando se consiga una vacuna eficaz: los resultados de algunos laboratorios parecen alentadores y ya se han lanzado las primeras patentes. Mientras tanto, hasta que una vacuna segura esté disponible masivamente, se debe controlar la propagación de la enfermedad. Sobre el particular, llama la atención que la OMS afirme que los estados no han empleado todos los recursos ni realizado todos los esfuerzos necesarios para luchar adecuadamente contra la propagación de la pandemia.
Segundo: revertir la confianza del pasajero a volar en avión.
Es fundamental evitar que, además del virus se propague “el miedo”. Para ello es esencial uniformizar las medidas de protección a nivel internacional. No tiene sentido que los controles de seguridad que deba cumplimentar un pasajero difieran de un aeropuerto a otro. Esto puede transmitir un cierto “mensaje de inseguridad” o “descontrol”, cuando un pasajero observe que en el aeropuerto de salida se aplican unas medidas que no tienen nada que ver con las que se emplean en el aeropuerto de llegada.
Una de las ventajas que presenta el sector aeronáutico es que se desenvuelve en un contexto internacional, de tal manera que, a nivel técnico, el sector sigue globalmente la misma normativa de referencia (OACI).
En este contexto, la OACI ha elaborado ya algún documento (p.e: “Doc 10144 ICAO Handbook for CAAs on the Management of Aviation Safety Risks related to COVID-19”). Sin embargo, es recomendable la elaboración de un nuevo Anexo monográfico sobre bioseguridad que armonice a nivel global (como a nivel mundial es la amenaza) las actuaciones a realizar contra esta y futuras pandemias. Quizás esto lleve tiempo, y no se espere su publicación a corto-medio plazo, pero el esfuerzo debe realizarse.
Tercero: aprender.
Los niveles actuales de seguridad se han alcanzado gracias a un proceso de aprendizaje continuo que responde a lecciones aprendidas en el pasado. Los diferentes controles presentes hoy en día en cualquier aeropuerto surgieron, en su mayor parte, para evitar que se reproduzcan secuestros aéreos, ataques terroristas, interferencias ilícitas de aeronaves o cualquier tipo de actividad delictiva y las dañinas repercusiones que tuvieron en el pasado. Por esta razón, aprender es vital y las medidas de protección deben estar en continua evolución.
Al igual que el 11S provocó cambios y se implementaron mejoras para aumentar la seguridad de los pasajeros, la pandemia ocasionada por la COVID 19 ha obligado a plantearse nuevas medidas de seguridad en los aeropuertos.
Hoy más que nunca, surge la necesidad de lograr que un pasajero se sienta seguro cuando viaja en avión, tanto en lo referente a su integridad física como en lo referente a su salud. Debe recuperar su confianza en que “viajar” no es una actividad “peligrosa”. Un aeropuerto debe ser siempre un entorno seguro desde la percepción del pasajero. Para ello, algunos controles de seguridad se han aplicado ya y otros se están planteando ahora. Se pueden citar algunos:
- Concienciación de la población, distancia social, uso obligatorio de mascarillas, uso de geles desinfectantes, uso de guantes, cabinas desinfectantes, robots de esterilización, desinfección por ozono o luz ultravioleta, realización de test PCR, toma de temperatura de los pasajeros, aplicaciones móviles, pasaporte sanitario, facturación y embarque “sin contacto”, cambios de criterio en el diseño de edificios terminales, monitorización de parámetros de distancia entre personas, ventilación natural en edificios terminales, pasillos aéreos entre países considerados seguros, etc.
Se trata de medidas de protección que, no debe olvidarse, además de concernir a los pasajeros, son extensivas también al colectivo de trabajadores de un aeropuerto.
Los operadores aeroportuarios deben redoblar sus esfuerzos publicitarios para transmitir confianza, y vender lo mejor posible el mensaje de que, con los nuevos controles, los aeropuertos son un “entorno seguro”.
Cuarto: actualización de planes estratégicos, ayudas al sector y eliminación de la “incertidumbre”.
En estos momentos difíciles, las empresas deben reelaborar sus planes estratégicos y revisar sus objetivos de acuerdo con nuevas prognosis actualizadas, al menos en el corto/medio plazo. Es cierto que en momentos de crisis uno de los principales problemas es el de la incertidumbre. Contra ella, la máxima que se debe aplicar es: “no se sabe lo que va a pasar, pero sí sabemos lo qué se debe hacer en cada momento”, para lo que es fundamental contar con un comité de personas cualificadas que sea capaz de:
- En primer lugar, definir y enumerar cuáles son los posibles escenarios o fases que pueden darse, según vaya evolucionando la pandemia, p.e.: fase 0, fase 1, fase 2, etc.
- Después será necesario establecer unos indicadores claros y concisos que permitan identificar en qué fase de avance se encuentra la pandemia en cada momento. Por ejemplo, para el gobierno de una nación pueden ser: el porcentaje de personas contagiadas, el número de camas hospitalarias disponibles, etc. Para las empresas del sector aeronáutico: el número de billetes vendidos, el volumen de contratación, etc.
- Posteriormente será necesario elaborar un plan de acción para cada fase de la pandemia, de manera que esté claro, en cada momento, cuáles son las medidas que se van a adoptar en función de las circunstancias.
Muchos gobiernos y empresas del sector han realizado ya este ejercicio. Sin embargo, el problema reside en el último de los puntos relatados, el de las medidas a adoptar. El hecho de que algunos indicadores estén al mismo nivel que al inicio de la pandemia y que, sin embargo, las medidas de protección implantadas ahora sean diferentes a las que se aplicaron antes induce a confusión y genera desconfianza porque “no se sabe lo que va a pasar, pero tampoco se sabe que es lo que se tiene que hacer”.
El sector del transporte aéreo, por su interrelación entre otros con el sector turístico, es fundamental para la economía de un país. Las aerolíneas son fundamentales para el desarrollo de una nación. En la situación actual el sector necesitará ayudas, fundamentalmente inyecciones de liquidez a corto plazo. El propósito es que ninguna empresa se quede por el camino.
Quinto: optimismo.
A pesar de la pandemia, muy poca gente ha expresado que no vaya a viajar nunca más. Algunas medidas restrictivas serán de carácter temporal. Puede ser un error considerar que deben ser permanentes, al menos la totalidad de las que se implanten. Más temprano que tarde se conseguirá vencer al virus, se contará con vacunas o medios eficaces para combatirlo. Eso sí, la experiencia debe suponer un aprendizaje para todos. En situaciones similares en el futuro se debe responder más rápido y más eficientemente. No obstante, esta situación es excepcional. Quizás sea cierto que el progreso en los medios de transporte justifique la adopción de medidas de precaución, pero situaciones como la actual no son tan frecuentes, aunque la experiencia ha puesto de manifiesto que debemos estar siempre alerta. ¿Cuál fue la última pandemia global de la que se tiene memoria? Quizás lo sea la gripe injustamente llamada “española” de principios del siglo XX. ¿Cuánto tiempo hace de ella?
Finalmente, es necesario romper una lanza en defensa del sector del transporte aéreo. Los controles en los aeropuertos para evitar la propagación de la pandemia actual (u otras similares en el futuro) deben implantarse en un marco de consenso total con el resto de medios de transporte e incluso con la sociedad en su conjunto.
De nada sirve que en los aeropuertos se implanten medidas excepcionalmente seguras (con la incomodidad que ocasionan al pasajero), mientras que en otros ámbitos tales como los autobuses, metro, estadios de fútbol o locales recreativos no se apliquen medidas equivalentes. Por ejemplo, si se exigieran por normativa pruebas PCR para todos los pasajeros de un aeropuerto ¿no debería hacerse lo mismo con los pasajeros de un autobús, en el metro, en un tren o con todos los comensales de un restaurante?
Puede que sea cierto que, en los primeros momentos, el avión haya sido un aliado en la expansión de la COVID19, pero también ha sido (y será) un aliado en la lucha contra la pandemia, transportando respiradores o cualquier otro material sanitario que sea eficaz en la lucha contra la pandemia.
El virus ha volado en avión, pero en avión también volarán las vacunas, una vez se disponga de ellas.