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Aviación, COVID-19 y Cambio Climático

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Antonio Gómez-Guillamón

AERTEC / CEO & Founder

Todo indica que vamos dejando atrás la crisis sanitaria, aunque manteniendo la precaución ante un posible rebrote. Durante un tiempo, hasta que no comprobemos que el Covid-19 ha dejado de ser una gran amenaza global, seguiremos viviendo las secuelas reflejadas en las medidas de prevención de contagio, muy especialmente las relativas al distanciamiento social. Sin duda, el tráfico aéreo se ira recuperando, pero se necesitará un tiempo hasta que volvamos a vivir con la libertad de antes.

En el sector de la aviación, si hay un perdedor claro son las compañías aéreas. Nadie ha sufrido como ellas el impacto de la pandemia. Por otro lado, hemos de ser conscientes de que para recuperar el modo de vivir que conocíamos, el turismo, la globalización de familiares, amigos y negocios, pocas cosas son tan importantes como recuperar sin miedos, ni restricciones, la movilidad aérea. Es por eso que los gobiernos o la Unión Europea, deben poner el foco en la supervivencia y la “salud” de nuestras aerolíneas. Sin ellas, toda recuperación será más lenta.

El sector de la aviación, estratégico para la recuperación económica y social tras la crisis del COVID-19, necesita recuperarse lo antes posible. La industria aeronáutica necesitará más tiempo. La clave puede estar en acelerar la renovación de la flota aérea y con ello reducir drásticamente la huella global de carbono del transporte aéreo.

En el mismo ámbito de la aviación, el siguiente perdedor es la industria aeronáutica, aquella que desarrolla y fabrica nuevos aviones, cada vez más eficientes, para que las aerolíneas puedan llevar a cabo sus planes de cubrir más rutas y transportar a más gente. Para la industria no es suficiente que las aerolíneas recobren la actividad, la industria requiere que estas recuperen, además, sus ambiciones.

Pero existe una gran diferencia entre ambos sectores aeronáuticos, a su vez tan relacionados. Cuando la pandemia ya sea historia, las aerolíneas recuperarán la normalidad. Les irá mejor o peor en función de como salgan de esta terrible crisis, y es cierto que, si el PIB per cápita mundial baja, su actividad menguará, pues el crecimiento del transporte aéreo y de la riqueza mundial tienen una gran correlación.

Por su parte, a la industria aeronáutica le esperan años difíciles para volver a la situación que disfrutaba antes de la pandemia. Hasta que no esté clara la realidad de las aerolíneas, que son sus clientes, y no se hayan absorbido los pedidos cancelados o aquellos aviones que no se llegaron a recoger, la industria tendrá que mantener un volumen de producción menor. Esto significa frenar a toda su cadena de suministro, poniéndola en peligro de desaparición.

Entre Airbus y Boeing, la reducción de la producción está ahora en torno al 35 o 40% y es muy posible que necesiten más de tres años para absorber la situación y recuperar el ritmo de producción de principios de este año. Los grandes fabricantes mundiales tienen que digerir la realidad de la cartera que ahora tienen y esperar a que las aerolíneas recuperen la ambición de pedir nuevos aviones.

En otro orden, la pandemia nos hizo dejar a un lado el gran reto que tenía el sector del transporte aéreo desde hace más de una década, que es la reducción de emisiones y con ello, una menor afección al cambio climático. Si el Covid ha sido el ejemplo perfecto de un cisne negro, el Cambio Climático sigue siendo un elefante en la sala. Está ahí, se mueve poco, e intentamos seguir a lo nuestro confiando en que se quede quieto. Para el Covid nadie estaba preparado, para el Cambio Climático todos somos responsables de evitarlo.

Tenemos una oportunidad estratégica de conjugar ambas cosas. Por un lado, sacar de la depresión a la industria aeronáutica, evitando la perdida de miles de puestos de trabajo y de riqueza para las naciones líderes, y, por otro, responder con mayor rapidez y eficacia a la necesaria reducción de emisiones de los aviones que operan las aerolíneas.

En la paralización del transporte aéreo que estamos viviendo, y su próxima y paulatina recuperación, la flota más antigua será la última en retomar el vuelo. Es lógico, porque sus costes de operación son mayores y el confort que ofrecen a los pasajeros es menor.

Además, la nueva generación de aviones reduce las emisiones en más del 20% respecto a los aviones que reemplaza. Una manera rápida de reducir las emisiones será, por tanto, acelerar la modernización de flotas.

Busquemos desde Europa el win-win como una forma de salir de esta terrible y, previsiblemente, duradera crisis industrial, a la vez que empujamos hacia una industria más limpia y eficiente cuyo exponente, entre otros, será la reducción de la huella de carbono del conjunto de la aviación.

Tal y como he planteado al inicio, las aerolíneas deben ser ayudadas si queremos que la sociedad en su conjunto se recupere más rápidamente de esta crisis, pero condicionemos las ayudas a que mantengan sus compromisos de nuevos aviones, favoreciendo la modernización de sus flotas y dejando en tierra a los aviones más antiguos. La reducción de emisiones podría ser mucho más rápida de la que se había previsto. Al mismo tiempo, la industria de fabricación de aviones verá así recuperada parte de su producción, salvando el capital humano y financiero para poder seguir innovando en una aviación futura con aún menor huella ambiental.

Hagamos que nuestros cielos tras el Covid sean más limpios, mientras mantenemos viva una industria estratégica generadora de empleo altamente cualificado que aporta independencia tecnológica y liderazgo mundial para Europa.

 

Airlines tails at LAX airport

 

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